Reportaje | De cómo los coches de Jove fueron personajes con ruedas en “La sombra de la ley”

Reportaje | De cómo los coches de Jove fueron personajes con ruedas en “La sombra de la ley”
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El empresario Ángel Jove, encargado de ponerle ruedas a la película “La sombra de la ley” de la productora coruñesa Vaca Films, no daba crédito cuando vio que lo que, en realidad, se rodó en una cantera de Laracha pasó a la gran pantalla como el entorno de la Sagrada Familia con el templo en el medio. Los trucos digitales fueron parte de una experiencia enriquecedora donde Jove y su gente participaron moviendo toda su maquinaria y siendo parte de la trama. De pilotos o poniéndolos a punto para que estuvieran listos en cada escena. 
Cuenta el experto que en una primera toma de contacto con el director, Daniel de la Torre, pensó en arropar la historia con modelos del tipo que se manejaban en un Chicago plagado de gánsters. Jove le contestó que en los años 20 eran más bien abiertos y con carrocerías pesadas. Así que eligieron los más modernos en un tiempo en el que el freno de zapatas a las cuatro ruedas era todo un privilegio. 
A partir del 25, solo los grandes coches los tenían. Los Hispano-Suiza H6 o los Ford T se convirtieron así en una parte importante del decorado. Y aunque los anarquistas no solían pilotar de aquellas, a Michelle Jenner la colocaron en uno: “Ella protagoniza una escena en la que estalla una bomba y tiene que recoger al anarquista y otras en las que va  por un maizal” para las que tuvo una doble. 
Sin embargo, el presidente de la Fundación Jorge Jove explica que no hizo falta porque demostró una gran destreza conduciendo. Jove lo comprobó en Sabón, donde se le hizo una pequeña prueba: “Lo hacía mucho mejor que todos nosotros”. Así que Michelle arranca sobre la piedra mojada de Santiago y provoca que las ruedas chirríen dentro de una película que a Ángel le gustó mucho por el enfoque histórico y lo lograda que está, “fiel a la sociedad convulsa de la época. Estamos en un momento muy especial, en el siglo XIX se aprobó el derecho a voto de la mujer en los Estados Unidos y Barcelona era la ciudad más cosmopolita que teníamos en España. Entonces, podíamos contar a una mujer manejando documentos entre un millón. La sociedad no lo permitía”. 
Para el que cedió gratuitamente los coches, “La sombra de  la ley” tiene mucha moraleja, no hay blanco o negro, tampoco buenos ni malos” y la butaca se lleva un mensaje con Luis Tosar en la retina. El de Xustás, cuenta Jove, lleva chófer porque es policía. 
En este sentido, el colaborador habla de la magia del cine, de cómo esperaba ver uno de sus ejemplares rodando por la iglesia de San Jorge “pero después llegas a la sala y se plasma en unos segundos o no se plasma”. 
Y es que ya no solo desplazarlos, sino el simple manejo de una de estas joyas con pedales es difícil: “Hay que darle a la llave, arrancar, abrir la gasolina, darle al contador y al pedal y que todo esté correcto. En A Coruña, circularon una docena, seis fueron testigos silenciosos. Aparcados, hicieron bulto para que todo tuviera una mayor credibilidad. Además, “utilizamos dos motos, autobuses, camionetas... A Monforte fueron otras piezas y a Vigo, otras”. Desde la Fundación Jorge Jove nunca se realizó tanto despliegue. 
Dice Ángel que para aceptar el reto tuvo en cuenta dos condiciones, que la productora fuera gallega y que el director también: “No es un capricho. Creemos que hay que poner en valor a Galicia y más esta película, que tiene todos los recursos de un gran producción”. Ellos, añade, aportan una piedrecita para dinamizar la economía del país. 
De esta forma, agosto fue “tres, dos, uno y acción” aquí y allá porque en un camión mandaron coches a Barcelona. A Pontevedra, fueron más de 20 y hasta un autobús y pese al esfuerzo, mereció la pena: “Fue una experiencia positiva”. Hoy quedan los recuerdos, las fotos de cómo sus amigos fueron conductores en los años 20 por una vez en la vida o de cómo antes de que se encendiera la luz roja, los especialistas echaban a los coches una especie de polvos que olían a cacao. 
Ahora que lo ve desde otra perspectiva, sentado en sillón mullido, valora mucho más el cine como trabajo, todo lo que hay detrás, detalles como cuando tuvieron que eliminar las señales de tráfico de la plaza de Galicia y dibujaron con el ordenador los cables del tranvía: “Si te fijas en esta foto, la plaza de Pontevedra no existe al fondo”. También las matrículas hubo que reemplazarlas por otras catalanas, aunque “había un Hispano-Suiza que era de Barcelona y no hizo falta”. 
Sus Fiat 509 y Chevrolet fueron personajes con capó en un largometraje en el que igual no pasaban del kilómetro al día, pero “estaban entre ocho y diez horas encendidos y la primera jornada dos se pararon porque se acabó la gasolina”. En estos modelos, recuerda, es importante echar el mínimo líquido inflamable posible para garantizar la seguridad. No volvió a suceder. En el segundo día, llevaban carburante de sobra. 

Una vez en el preestreno de Madrid, Jove se encontró con el alcalde, Xulio Ferreiro. Entre risas, le dijo que por fin veía sus vehículos aunque fuera en el cine. Hoy, dice, es inviable retomar la idea de ponerlos en fila en un museo en el parque de Bens. En su momento, era la única parcela dotacional para construir el edificio, pero esa posibilidad ya pasó. Quiere pensar en la evolución de la sociedad que vea esta idea como un valor añadido que centrifugue a la economía coruñesa. Lamenta la pérdida de patrimonio industrial en España, pero tiene esperanza de que la ciudad tenga un museo de automoción y que su colección traspase la pantalla para dinamizar la ciudad y que esto favorezca a todos.

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