La ciudad herculina del siglo XVI estuvo marcada por la pesca y las diferencias existentes a ambos lados de la muralla

La ciudad herculina del siglo XVI estuvo marcada por la pesca y las diferencias existentes a ambos lados de la muralla
Plano de la ciudad en el año 1589 | aec

En el siglo XVI, la población coruñesa creció en dirección al barrio de Santa Lucía, donde existía un pequeño hospital de leprosería. Alcanzado desde este punto al Puente do Gaiteiro, en cuyo límite se terminaba la Coruña de entonces y extendiéndose su crecimiento a lo largo de la llamada rúa das Vestas –hoy, Alameda- hasta Riazor–, a través de la Puerta de la Torre de Arriba situada en los entonces conocidos Campos de Carballo –hoy, entorno de la Plaza de Lugo, Plaza de Pontevedra y situada dicha puerta en los terrenos que alberga el Instituto da Guarda–.

Tal era su configuración que, a inicios de ese siglo, la ciudad estaba dividida en dos partes bien diferenciadas. Una, la constituida por la Ciudad Alta, la cual estaba amurallada y otra, la Pescadería, situada en extramuros, lo que propiciaba una división geográfica territorial y también económica, ya que esta se desarrollaba con una rapidez que no tenía el primitivo núcleo de la Ciudad Alta, al estar dentro de sus muros encorsetada.

Diferencias
Apreciándose considerables diferencias entre ambos lados de la muralla, los numerosos oficios y mercaderes que se instalan en la Pescadería están todos en su mayoría relacionados con el comercio marítimo, mientras que en la Ciudad Alta se hallan principalmente los estamentos burgueses de la sociedad, como pueden ser los Clericales, órganos del gobierno o del Rey y los oficiales de la Real Audiencia, así como todas las demás representaciones reales, por lo que las diferencias sociales y de poder económico entre los moradores de uno y otro lado son muy acentuadas, siendo en este caso la balanza favorable de los que habitan aquella parte de la Ciudad Alta.


Los coruñeses celebran una Feria Franca anual, la cual fue otorgada por la Reina Isabel I mediante Privilegio, concedido en el año 1503, con una duración de treinta días, que iba desde el 15 de julio al 15 de agosto. Cabe reseñar que la fecha de celebración nunca fue la misma. También contaba la ciudad con un mercado que se celebraba de forma semanal, este Privilegio fue otorgado por el monarca Carlos I en su estancia en la Coruña, camino de Alemania, esta feria estaba dedicada a las personas que eran de fuera de la ciudad para que pudiesen vender sus géneros, ya que los mismos no pagaban alcabalas –impuestos– en la mayoría de sus productos. Pero en cambio, sí lo debían hacer en caso de que las mercancías vendidas se cultivasen, trabajasen o se recogiesen en la misma plaza coruñesa, como podían ser vinos, pescados o carnes. Esta feria se llevaba a efecto dentro de los muros de la ciudad.

De gremios a cofradías
Durante este siglo XVI, los gremios terminarán por convertirse en cofradías. Aquellos habían visto a luz en la época medieval y su finalidad consistía en controlar el producto o la elaboración que se hacía en cada oficio. Tenía su origen en una asociación de artesanos que, finalmente, acabarían siendo cofradías. Las creencias religiosas estaban presentes en todos los órdenes de sus vidas, ya fuese de manera piadosa, social o artesanal como fuerza de trabajo, por tanto acababa abarcando su propio ego personal.


La cofradía no solo les aportaba la seguridad social que requerían en el ámbito en que se desarrollaban socialmente, sino que además había un interés económico mediante el cual se mantenía una importante tranquilidad social a pesar de las grandes diferencias entre los estamentos que conformaban la misma y que esta se canalizaba a través de los diferentes gremios o cofradías.


En definitiva, en este siglo, las cofradías ya no son unos clanes de asociación de gremios artesanales, por lo que se admite en el seno estructural, personas de otros oficios y sexos. De este modo, la Cofradía de Todos los Santos, propia de los eclesiásticos, admite en su composición a las mujeres, por lo que esta pierde su carácter gremial para convertirse en una cofradía de vocación religiosa o piadosa. La Cofradía del Gremio de los Escribanos admite a personas de ambos géneros y una bula papal niega también a estas cofradías la exclusividad de los oficios, por lo que las cofradías se convierten en unos órganos piadosos y admiten en su formación a toda aquella persona que desee hacerse cofrade de la misma.

Lujo, reyes y nobleza
Este siglo XVI es una puerta abierta a los deseos de las gentes onerosas de poseer artículos de lujo o suntuosos, algo que no sucedía desde los pasados tiempos de los Reyes Católicos, ya que el monarca don Carlos I, apenas sabía llevar vestimenta como requerían las ocasiones y Felipe II era muy austero, a los nobles y moradores pudientes del reino se les tenía prohibido que luciesen ningún objeto que fuere de oro o plata y que, a su vez, este fuere suntuoso porque estaban penados de una manera severa. Por este motivo, estos lujos salían a relucir en las reuniones o fiestas íntimas de los nobles o personas de alta relevancia, tanto en la política como en lo económico, como era el caso del duque de Alba, en Flandes, o el de la propia reina y esposa del rey Felipe II, en la propia corte, Isabel de Valois. Siendo la más refinada en cuanto a vestimenta y moda, Margarita de Navarra, quién a su vez, era la que imponía la moda en las demás Cortes europeas.

La Coruña, durante el siglo XVI, es una ciudad que vive prácticamente del y para el mar, pero inexplicablemente lo hace de espaldas al mismo siendo su fuente de riqueza. Venía a ser solo como la trastienda de la población, aunque no por ello dejó de ser una urbe agrícola. Dadas estas características, las dificultades económicas pasaron a depender de la habilidad de sus propios moradores a la hora de saber aprovechar aquellos frutos los cuales tampoco les resultaba fácil el contar con unos recursos que tuviesen mucha variedad, sino que más bien eran limitados. Los temporales reinantes que impedían la salida y con sus escasos recursos en tierra añadiendo a ello unas cosechas agrícolas malas o escasas hacían de todos estos contratiempos unas condiciones difíciles para la vida de los moradores de la península coruñesa.

La ciudad herculina del siglo XVI estuvo marcada por la pesca y las diferencias existentes a ambos lados de la muralla

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