Aída Gómez pondría la danza como asignatura en los colegios porque, dice, “no sabes lo que es meterte en un estudio, escuchar música y que el cuerpo se libere”. Para la bailarina, su profesión es una terapia brutal donde uno puede expresar sus emociones. Y sale al escenario cada día con la sabiduría que le dan los años y sin pensar qué crítico puede estar en las butacas.
Aída Gómez será el sábado a las 21.00 horas en el Palacio de la Ópera la “Carmen” que ella mismo perfiló. Sensual y nada basta, dice, quizá por eso de que la protagonista de la ópera traía locos a los hombres. Aunque el personaje salió con único destino, Japón, la coreógrafa cuenta que ya tiene siete años de vida. Una Carmen que se mueve entre la danza española y la contemporánea, que tiene música de Bizet y José Antonio Rodríguez, con base flamenca y formación académica. Y que sigue las indicaciones de Emilio Sagi en cuanto a la escena.
Aída Gómez es consciente de que hace años que sale al escenario “a disfrutar” y de cada noche parece que le “sale algo diferente de la mochila”, una mochila que empezó a cargar de cosas con 14 cuando debutó con el Ballet Nacional de España, al que más tarde dirigiría siendo la más joven en hacerlo. Desde la lejanía y con una compañía propia desde 2001, la bailarina opina que el cuerpo de ballet público debería adaptarse a lo que viene, hacerlo práctico porque “si no arriesga y apoya a los talentos en un futuro va a ir muy mal”.
En este aspecto, cuando ella aceptó el cargo sabía a lo que se exponía y que “iba a durar poco, pero ya que estaba tenía que hacer lo que tenía que hacer”. Con una perspectiva distinta a la que tiene ahora con 46 años, porque la mujer “pasa por tantas etapas que cuando estás en la madurez ya sabes lo que no quieres”.
un par de años más
Aída quiere continuar “un par de añitos más”, igual porque cree que la danza es la mejor de las medicinas. La que le hizo continuar aún cuando le pusieron un aparato de la cadera al cuello por una escoliosis galopante. Sin embargo, asegura que no hay nada que le sienta mejor que bailar en un escenario, que ha adoptado como su casa. Orgullosa de regresar a Galicia, Gómez reconoce que aquí el público siempre le ha tratado bien y que le da gusto subirse a un taxi. El trato con respecto a Madrid es diferente. Y también la forma con que se aprecia el arte.
Después de ser “Salomé” en 2005, Aída vuelve con la única Carmen vista desde el punto de vista de una mujer. Lejos de reincidir en su condición de prostituta, la de la madrileña enamora. En medio de una carrera donde Aída no para: “Así es mi vida, de aquí para allá”, señala. Es por eso que recién llegada de China, volverá a Madrid esta semana para participar en un encuentro de danza con más de cien empresarios, dar clases y representar “Adalí”, su último espectáculo, antes de vestirse de Carmen.
Con un pie puesto en la cultura asiática, tan diferente entre sí, la que fue condecorada con el Premio Nacional de Danza en 2004 e inauguró el Teatro Real con el “Sombrero de tres picos” en 1997, cree que “Carmen” llegó cuando tenía que llegar. Irrumpió en su cabeza y ella la colocó en el escenario de forma natural. n