No tengo sardinas, no han llegado todavía, hasta el martes no tendremos más. Esas eran las disculpas más repetidas en las pescaderías de las plazas de abastos. Quien ayer buscaba sardinas se iba con las manos vacías para casa. Sólo los más madrugadores pudieron llevarse a casa unas pocas piezas, que ayer se cotizaban más que el caviar.
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