La Audiencia juzga a un septuagenario por violar dos veces a una empleada

Las dos violaciones por las que una trabajadora de una empresa de granito del polígono de Espíritu Santo, en Cambre, denunció a su jefe a finales de 2009 llegan el próximo martes a la sala de vistas de la Audiencia Provincial, donde el empresario, septuagenario, se enfrenta a acusaciones por agresión sexual y acoso que pueden costarle una condena cercana a los 29 años de cárcel.

En concreto, la Fiscalía solicita 28 años y siete meses de reclusión, más 47 de alejamiento y el pago de una indemnización de 44.000 euros a la denunciante, al tener indicios de que el propietario de la empresa forzó a su empleada a mantener relaciones sexuales, usando para ello el poder que le confería su superioridad jerárquica y también la violencia física.

Entre esas pruebas con las que cuenta la acusación pública están las armas que le fueron intervenidas al sospechoso al ser detenido, en octubre de 2009, cuando merodeaba el edificio donde reside la víctima. Llevaba consigo una navaja con cachas de madera y un cutter, los mismos utensilios de los que habló la trabajadora al describir los ataques.

El jefe le recordaba que “quería una secretaria que le diera servicio”, según
el escrito de acusación

Según ese relato, el primero de ellos había tenido lugar un mes antes de la denuncia, y apenas medio año después de empezar a trabajar para la empresa del acusado y su hijo. En aquella ocasión, según lo recoge en sus conclusiones la Fiscalía, su jefe la había empujado al suelo en la oficina, y después colocarle una navaja en el cuello y forzarla a desnudarse, la había obligado a mantener relaciones, y la coaccionó con comentarios del tipo: “Calla la boca, perra, que si te metieran un toxo...”.

 

Presiones > Ese tipo de frases no eran, según mantiene la acusación, aisladas. En el escrito de conclusiones remitido a la sección segunda de la Audiencia se recogen otras, que la denunciante asegura haber soportado desde el comienzo de la relación laboral, y con las que el empresario la presionaba para que se acostara con él. Entre ellas destaca el fiscal expresiones como que “si no se ‘humildaba’ la iba a echar a la puta calle”, que “los jefes lo hacían constantemente con sus secretarias y estaba a la orden del día”, que “había tenido relaciones con otras mujeres casadas en la empresa” o que “quería una secretaria que le diera servicio”.

Esas presiones, sostiene la Fiscalía, se concretaban también en acometimientos físicos, tales como “darle una palmada, o tocarle en el culo, en el pecho, o meterle las manos entre las piernas”, y también en humillaciones, con reproches violentos sobre su trabajo, por estar “mal hecho”.

 

En el baño > El segundo ataque sexual, el que llevó a la mujer a denunciar, se produjo un mes después del primero. Según su versión, ocurrió a primera hora de la tarde, después de que su jefe la enviase a limpiar el baño. Estando en el aseo, el hombre la abordó por la espalda y le colocó un cutter al cuello, para conseguir que se desnudara y volver a forzar un encuentro sexual.

En cuanto se vistió de nuevo, acudió al Chuac para requerir una exploración ginecológica, explicando que acababa de sufrir “un coito sin consentimiento”.

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