El placer de tocar un jersey de vicuña

El placer de tocar un jersey de vicuña
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Se llaman Knitbrary porque lo suyo es una “librería del punto” que miman como si fueran joyas literarias. Su filosofía no entiende de producciones industriales, sino de las manos de peruanos que son como pequeños Cervantes en una tierra rica en tejidos como la alpaca o la vicuña. Los padres de la firma, Pedro Castellanos y Yolanda Estévez, participan en todo el proceso. 
Ella diseña las colecciones que después encargan personalmente en Perú a artesanos que conocen de antemano. Se hacen con la materia prima en el país sudamericano adelantándose a los grandes encargos de las multinacionales que optan, en su mayoría, por mezclarlas con sintéticos. En Knitbrary, las fibras son 100% naturales. Con una primera familia de jerseys y chaquetas, los que tienen su campamento base en el número 33 de la calle Orzán siguieron avanzando y si a principios de 2012 se guardaron en el armario sus primeras criaturas, en 2013, las volvieron a sacar para pasearlas al lado de otras y presentarse al mundo. 
Pedro es consciente de que su producto se dirige a un sector muy concreto de la sociedad, que no solo tiene un alto poder adquisitivo, sino que lo aprecia. De lo contrario, nadie podría pagar cantidades que rozan los mil euros en algunos casos por una creación de punto. 
La gran calidad de las prendas se comprueba con el tacto. Castellanos asegura que pasar la mano por encima de un jersey de vicuña es como tocar algo líquido, una sensación sin parangón que solo se produce cuando la materia prima se concentra sin alteraciones. Con cuatro colecciones al año desde 2014, dos de hombre y dos de mujer, la ropa que tiene su casa en la ciudad ya ha desfilado en Tranoi (París) y Pitti Uomo (Florencia). 
Knitbrary está orientado al mercado internacional. Cuenta Pedro que Japón es su principal target en un mundo donde Centroeuropa también asoma la patita y España se hace con sus piezas a través de la venta directa. En el Orzán, la pareja organiza showrooms y abren sus puertas al que quiera echar un vistazo. 
En octubre, se podrá ver lo que vendrá en el próximo verano. Al mismo tiempo, Yolanda perfila el invierno siguiente en su libreta. Los emprendedores viajan dos veces al año a Perú para revisar cada prenda una por una. Exigen calidad y que los acabados sean perfectos. 
Es una producción que implica un intercambio cultural porque si los unos les ayudan a los lugareños a interpretar las fichas técnicas, los otros les hablan de formas de trabajar que han mamado desde niños: “Ellos son auténticos artistas que tienen soluciones técnicas a todo”. 
Si bien Yolanda es diseñadora, Pedro viene del mundo de la física, pero “cuando me comentó la idea, le dije que había que hacerlo”. Poco a poco, Knitbrary se asienta en el mercado. La idea es que de Perú, la librería del punto se enriquezca con  nuevas piezas que hablen de cachemir y de pelo del yak y con estos tejidos, de Mongolia y del Tibet. Desde A Coruña.

El placer de tocar un jersey de vicuña

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