Miguel de Cervantes pasó a la inmortalidad por su dominio de las letras, pero también hizo carrera de armas en las galeras españolas del Mediterráneo Oriental, en expediciones contra turcos y norteafricanos, según recuerda la exposición del Museo Militar “Cervantes, soldado de la infantería española”. El escritor fue capturado por los corsarios de Berbería y pasó dos años como prisionero en Argel, peleó en el Tercio Viejo de Sicilia, que sigue activo tras cuatro siglos, y luchó en la batalla naval de Lepanto, a la que denominó “la más grande ocasión que vieron los siglos”.
Precisamente en ese combate, en el que sirvió en la galera “Marquesa”, Cervantes sufrió las heridas más graves de su vida militar. Podría haber evadido la acción, pues estaba enfermo de calenturas, pero se ofreció para entrar en combate diciendo que “más quería morir peleando por Dios y por su rey, que no meterse so cubierta”, según un documento contemporáneo. Recibió dos disparos en el pecho y uno en la mano izquierda, que lo dejaría tullido para el resto de su vida. Y, un año antes de morir, escribía en el prólogo de la edición del Quijote de 1615: “Si mis heridas no resplandecen en los ojos de quien las mira, son estimadas, a lo menos, en la estimación de los que saben dónde se cobraron”.
El Museo Militar recogerá esta faceta como soldado de Cervantes hasta el próximo 15 de junio. En la muestra se encuentran desde ediciones antiguas de El Quijote y traducciones al finlandés, el chino y el ruso, hasta armas y armaduras de la época de Cervantes: arcabuces, espadas, pistolas y capacetes de acero utilizados por los soldados de los Tercios para protegerse el cráneo de los golpes.
También se puede observar la disposición de las fuerzas en la batalla de Lepanto, que enfrentó en 1571 a la armada del Imperio Otomano con las fuerzas combinadas de España, los Estados Pontificios y diversos reinos y repúblicas italianas.