El Ayuntamiento borró ayer a los generales Gómez Zamalloa y General Sanjurjo del callejero para reemplazarlos por la Cuesta de la Unión y la avenida de Oza, dos denominaciones que se suman al conjunto de fichajes integrados dentro del proyecto de restauración de la memoria histórica que están llevando a cabo desde María Pita.
Las redes sociales se hicieron eco de la noticia y si bien muchos aplaudieron la iniciativa al sacar de la memoria palpable un trozo del franquismo, los menos convencidos atendieron a la confusión que la de la Unión puede causar entre la población con varias décadas registradas en el DNI.
Y es que en el mapeo popular, la calle Pla y Cancela es la que recibe realmente este nombre y no la antigua Gómez Zamalloa por situarse allí una famosa fábrica de gaseosas. Sus burbujas perduraron en el tiempo hasta conseguir que La Unión estuviese allí sin estarlo después de su cierre.
Por otra parte, los comerciantes y vecinos reclamaron en la puesta de largo más información sobre los cambios. Algunos afectados recriminaron que estas modificaciones afectan al bolsillo de todos y que hay otras prioridades antes que la de bautizar a las calles con otros nombres. Frente a los que aseguraron que la raza humana es un animal de costumbres y que les costará realizar el trueque definitivo, los había que afirmaban que para dar pasos hacia delante primero era necesario cicatrizar viejas heridas.
Sin restos del pasado franquista en el callejero, la ciudad pasea en la actualidad nomenclaturas como la avenida del Puerto o del Ferrocarril, la calle del Socorro, la plaza de la Concordia o la calle de Álvaro Cebreiro en lugar de Alférez Provisional, Joaquín Planells, Juan Canalejo, Los Caídos o General Mola. Por un tiempo, los dos nombres, el antiguo y el actual, convivirán uno encima del otro para evitar malentendidos.