Reportaje | “No me siento artista según a qué horas, ni hay días ni dolores que paren esa necesidad”

Reportaje | “No me siento artista según a qué horas, ni hay días ni dolores que paren esa necesidad”
La exposición es biográfica y se compone de seis aspectos que a Cabellut le conmueven | quintana

El comisario de la exposición de Lita Cabellut, Antón Castro, dijo ayer que no había mejor retrato que el de su estudio con las zapatillas y los rodillos. Él le invitó a entrar en la pieza para culminarla a modo performativo, y ella, la que lleva la coletilla de ser la más cotizada en España y que mendigó en Boquería siendo niña, se reía y hablaba de cuando el MAC y Carmen Rivera le propusieron exponer en la ciudad de las luces y en dos horas les contestó que “¡siiiiií!”. Del museo le impresionó su sencillez y sobre él, trazó seis aspectos que le conmueven y definen lo que para ella es la vida, que es pintura en sus manos. La tituló “Testimonio” porque asegura que no puede ser más completa y biográfica. Es todo lo que le hace grande y pequeña a la vez.
Así que el visitante se topa de primeras con la “existencia” en retratos frágiles: “Ser frágil es un acto de valentía, de desnudarse y que la gente te vea cómo eres”. En el medio, planta un jarrón que, en realidad, es un trampantojo y representa el antebrazo: “La parte del cuerpo con la que nos defendemos de los golpes”. De ahí se llega a la “verdad” con un cacho de su estudio de mil metros cuadrados, los instrumentos con los que pinta ágil y la paleta, un trocito de suelo sobre el que se extiende el material, que entiende y le sirve para dar forma a sus ideas que en gran parte entran dentro de un “silencio blanco”.


En este tercer apartado están los niños que no tienen voz. Cabellut los viste de blanco y negro y poesía para “que sintamos” porque “a veces estamos demasiado ocupados”.
En “Grito animal”, los retratados tienen una especie de cuernos en la cabeza. Es su forma de ver a los jóvenes, que irrumpen en la escena para romper muros y cosas que ya no le sirven a la sociedad: “La juventud necesita fecundar nuevas maneras de vivir, y lo hace espiritualmente”.
En su forma de pintar el mundo, no faltan los “trapecistas de la ciudad”, que salen a la pista de noche. En ellos, no hay lugar para la tristeza. Son héroes de la calle y aunque “no los vemos, siempre están ahí”. Sobreviven. Ella los barniza de emoción para irse a una última sala poblada de magos, que es toda la especie humana junta “en condiciones de cambiar y hacer lo imposible”.


Dice Lita que la magia “nos hace libres”, que es indispensable en el ser humano”. Por eso, le pone chistera a varios y los reparte en lienzos de gran formato. Muchos son repetidos porque tiene una lista en la que va apuntando los nombres de los que posan. Del total, el 70% se quedan con ella para siempre. Les llama musas, los viste y pinta y les pregunta si les puede tocar: “Necesito hacerlo para sentir lo que veo”. Palpa lo que siente y así sus obras saltan de Nueva York a París y recalan en su país natal, que “es mi lenguaje y expresión”. Cada retrato es un autorretrato porque “pintándote a ti me entiendo a mí misma” y escribe poesía, modela una escultura y toma café. Crear es parte de su vida y, en ese sentido, “no me siento artista a según qué horas.
Es irremediable y “no hay días ni dolores que paren esa necesidad”. En la vida que piensa y pinta, no hay ganadores ni perdedores porque está compuesta de tantos aspectos que hacen que uno esté a uno y otro lado. Moviéndose es escenógrafa en una ópera para dialogar con otros de su raza y ponerse de acuerdo en un lienzo más grande aún.
Abriga a sus modelos de belleza y los coloca en un fondo, que es la situación actual, agitada. De ahí que refuerce más todavía lo bonito y los valores que nos hacen ser mejor personas”. Decía Antón que detrás de esos ojos craquelados, está la soledad, la insolidaridad, la emigración... Solo hay que rascar un poco. Como prólogo, las esculturas de su hijo Arián y como mensaje final, la paciencia y la dedicación porque el talento va contigo, opina, pero “tiene que crecer contigo también”. Llevarlo de la mano.

Reportaje | “No me siento artista según a qué horas, ni hay días ni dolores que paren esa necesidad”

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