Piedras y monolitos

En 1987, escribí, a propósito de la Primera Entifada,: «Los niños de Palestina han hecho volar las golondrinas de la paz, / y en alas de polvo y piedra/ han levantado su tierra contra el enemigo». Sentido poema que narra la épica de aquellos niños alzados, como golondrinas, frente a tanques. Decía al respecto: «Como golondrinas decapitadas/ revolotean los niños, sobre las negras velas del luto, su pena, /macabra danza del dolor sin llanto… ».


Me posicionaba en la exigencia de paz, libertad y justicia para el pueblo palestino, en el convencimiento de hacer entrar en razón por la razón de la fuerza a aquel que se mostraba poderoso, olvidando las poderosas razones de los gazatíes en esa misma batalla.


Vano esfuerzo. A ese levantamiento sucedieron otros y entre medio, masacres que han ido pudriendo la convivencia. Lo prueba el que hoy, 2024, volvemos a estar en la calle, con similares consignas y la misma idea.


Creo que no debemos alentarlos al exterminio, en atención a una única culpa, sino a la mutua concordia y fraternidad, la que de seguro anida en el corazón de la inmensa mayoría del pueblo judío y gazatí, hijos de una misma naturaleza.


No podemos consentir que aquellos que mueven los hilos de esa larga discordia polaricen la noble demanda, la tornen maniquea, la conviertan en causa ideológica, consigan, por nuestras manos, mantener abierta la herida.


Animémoslos a dejar de ser piedra para ser barro de una misma esperanza.

Piedras y monolitos

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