Paisaje antes de una investidura dura, dura

Llevo cincuenta años mirando de cerca, a veces desde la primera fila del patio de butacas, el espectáculo de la política española. Puede que ni un solo día nos haya faltado un titular verdaderamente noticioso, lo que, como dicen los suizos, que opinan que la democracia debe resultar aburrida, no tiene por qué ser necesariamente bueno. Más bien al contrario.


Para explicar todos los ángulos y recovecos de lo que está pasando sería necesario un trabajo mucho más extenso, mucho más omnicomprensivo, que una mera crónica, comentario o artículo: las aristas son demasiadas, las sorpresas son cotidianas, las faltas de respeto a lo establecido son constantes. En España han pasado muchas cosas en este medio siglo, muchos acontecimientos insólitos, sorprendentes, terribles: pero yo jamás había vivido nada parecido a esto que estamos viendo y que aún no hemos llegado a calibrar ni a definir en toda su extensión, en todas sus posibles consecuencias.


Las formaciones políticas salen del aprieto de tener que explicar y analizar a fondo lo que nos está ocurriendo mediante la argucia de simplificar demasiado los mensajes: estamos ante un golpe, la democracia se nos muere, la dictadura llama a nuestras puertas, etc. Y esos mensajes tan extremados, casi siempre inveraces por exagerados -aunque no carentes de fundamento-, no contribuyen a hacer que los ciudadanos tomen conciencia de la importancia y la gravedad de lo que está ocurriendo. Los postulados básicos de una democracia son mucho más sutiles, los equilibrios mucho más delicados, los mensajes habrían de ser mucho más claros de lo que en la actualidad lo son. Y, si usted duda de lo que le digo, trate de leer los fundamentos del proyecto de ley de amnistía que conocimos este lunes: se demuestra algo que bien practican algunos asesores del caos, y es que hay que embarullar las cosas para disfrazar la evidencia del disparate.


Así llegamos al gran debate sobre el estado de la nación en que consistirá, en realidad, el acto parlamentario que dará el ‘sí’ a la investidura de ese animal político, para lo bueno y, claro, para lo malo, que es Pedro Sánchez. Sospecho y temo que él convertirá su discurso en un ataque a la oposición, frontal y muy básico: no respetan la Constitución, dirá, boicotean los resultados electorales, hacen del insulto y del tumulto callejero... etc. 

Paisaje antes de una investidura dura, dura

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