Fidelidad

Tengo la sensación de haber volcado tanto de mi en otras personas que, por momentos, me he alejado, incluso perdido de mí. Lo bueno es reconocerlo, conectar de nuevo con la brújula interna y retomar “el camino a casa”. Ese viaje tiene una ruta clara, coherencia, fidelidad a nosotros mismos.
 

Está claro que resulta muy tentador mimetizarse con el entorno para evitar conflictos, buscar la aprobación y, en no pocas ocasiones, sentir que “pertenecemos”, que formamos parte de un todo, sea éste la empresa en la que trabajamos, la familia en la que crecemos o el grupo de amistades “de toda la vida”. En plena campaña electoral es muy habitual observar ese tipo de comportamiento gregario, en los mítines políticos. Sin entrar a debatir sobre ideas políticas, desarrollar un espíritu crítico es necesario. La discrepancia, con respeto, enriquece y no debería de separarnos de ese famoso “todo”.
 

La fidelidad hacia nosotros mismos requiere de voluntad para superar nuestro temor a ser “diferentes” y de la tan nombrada, últimamente, asertividad, la habilidad para expresar la opinión sin agresividad ni pasividad. Y todo ello, no tiene porqué implicar ir en contra de los patrones sociales. Podemos convivir con esos patrones comunes sin abandonar lo que nos identifica, aquello en lo que creemos. 
 

Émile Durkheim en su libro Las reglas del método sociológico, define las normas sociales con el concepto de hecho social, el cual se refiere a todo comportamiento o idea presente en un grupo social. Según el autor, el hecho social ejerce un poder coercitivo sobre la conducta de las personas, moldeándolas y predisponiéndolas a comportarse y pensar de una determinada manera. La convivencia requiere de normas pero podemos desmarcarnos sin romperlas, ser personas más genuinas.
 

No voy a decir que no me importe el “que dirán”. Reconozco que me afecta en mayor o menor medida según el entorno y mi estado emocional. No obstante, con el paso de los años, el autoconocimiento y las experiencias vitales me han permitido tomar distancia de las opiniones ajenas para acercarme a las mías propias. Cuando he tratado de complacer a los demás o de realizar cosas que estaban a años luz de lo que quería, es cuando menos he podido aportar. 
 

Por el contrario, he sentido que vestía un disfraz que terminaba dándome alergia, y he tardado en salir del bucle de quejas y culpas. ¿Os habéis sentido alguna vez así?
 

El ser humano es incongruente por naturaleza. En este sentido, cuanto más nos alejamos de nosotros mismos, menos fieles nos somos, más nos distanciamos de los demás y, por lo tanto, conseguimos el efecto contrario de lo supuestamente deseado, terminamos obteniendo mayor rechazo y menor sentido de pertenencia.
 

La autofidelidad fortalece nuestras relaciones personales, nos construye como personas, nos ayuda a ganarnos la confianza de los demás y nos impulsa a ejercer un liderazgo positivo sobre nosotros mismos. 
Es un medio para fortalecer nuestro carácter, desarrollar la prudencia y un comportamiento verdaderamente auténtico ante nosotros mismos y ante los demás.
 

Recordad que no podemos divorciarnos de nosotros mismos, despedirnos para iniciar una nueva vida o salir de nuestro cuerpo para disfrutar una nueva relación. Tenemos que convivir con nosotros mismos y ese es el verdadero reto, no perdernos en los demás para perdernos a nosotros mismos. 
 

Como decía André Gide “Sé fiel a lo que existe dentro de ti”.

Fidelidad

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