Son muchos los que consideran que Galicia es de derechas. Otros que es de izquierdas. Lo cierto es que en los últimos cuarenta años gobernó la derecha y la mayor parte del tiempo, con mayoría absoluta.
Los gobiernos del mismo signo político, gobernando durante décadas, pueden dar lugar a situaciones perjudiciales para la sociedad civil, como ha ocurrido en Andalucía, Catalunya o Madrid, por ejemplo. Por eso es muy importante la alternativa política en todos los gobiernos, sea estatal, autonómico, provincial o municipal. Pero quizás sea más necesario y conveniente la colaboración y la participación activa en las labores de gobierno de todas las fuerzas políticas con representación parlamentaria, máxime en momentos de dificultades o de crisis económica o social como la que estamos viviendo como consecuencia del Covid 19 y la invasión de Rusia en Ucrania.
Cierto es que cada Comunidad Autónoma es diferente y Galicia tiene una serie de circunstancias que favorece el voto conservador y tradicional. Muchas personas desean seguridad para poder mantener su situación familiar, personal y laboral y no quieren arriesgarse en proyectos diferentes a los ya conocidos.
En Galicia, no es que el gobierno sea eficaz sino que la oposición no está a la altura de las circunstancias y en vez de unir fuerzas se dedican a anular al adversario con el que tendrían que gobernar en unas futuras elecciones.
La derecha casi siempre está unida y lava sus trapos sucios en casa, mientras que la izquierda se dedica a poner la zancadilla a quien sobresalga o pueda liderar un proyecto político diferente. Así la imagen que se ofrece a la ciudadanía es nefasta y se pierde la credibilidad política y la confianza. Lógicamente, el ciudadano, se aplica el dicho popular de que “más vale malo conocido que bueno por conocer”.
Galicia se merece tener menos paro juvenil, menos pobreza y deseigualdad, menos emigración económica y más industria y empleo de calidad.