Bulea, que algo queda…

Bulea, que algo queda…
¡Que no, que es mentira! ¡Que a mí me dan bocados, no “mordidas”! ¡No me bulear, porvafó!

¡No me lo puedo creer! 

Bueno, o sí…


Hoy me han contado –no sé si será cierto, pero trataré de averiguarlo— que ciertos regidores municipales –según ha declarado alguno/a en medios de comunicación— “incentivan” a los agentes encargados de sancionarnos por lo malos que somos y lo mal que nos portamos, sobre todo, al volante ¡Oh, que casualidad! Está claro que hasta que nos dejen a todos sin coche, no paran. A veces no son siquiera agentes municipales –de esos de oposición y tal—, sino empleados de compañías de seguridad privada contratados para mirar atentamente las cámaras y, cuando piten porque ha estado usted segundo y medio parado en doble fila, verbigracia, tomar buena nota de tamaño crimen y clavarle a usted la multa correspondiente en el medio y medio de su maltrecha economía familiar. Vale, vale, que sí, que ha cometido usted una infracción y merece ser flagelado por ello, peeero…


A ver, que todo es relativo y comprensible… o no. Una cosa es el uso y otra es el abuso. Una cosa es parar dos minutos para recoger a la abuela a la puerta de su casa y otra muy distinta parar “sine tempore” para tomarse el vinito con los colegas, eso es mucha verdad. Si el empleado del botón sancionador no está “incentivado”, tal vez haga la vista gorda, nos permita recoger a la abuela y siga durmiendo la siesta, pero como lo esté… ¡Ay, amiguitos!... Más vale que la abuela se mude a las afueras, a un lugar sin cámaras chivatas y camarógrafos desaprensivos. Y es que los hay que, por un puñado de dólares, hacen lo que sea menester.

 

 

Otro bulo muy extendido…


Pues eso, que otro bulo muy extendido –si es que el anteriormente citado lo fuera o fuese…; bulo, quiero decir— es que el benemérito cuerpo serrano que cuida de la seguridad de los conductores ejemplares de este nuestro bello país –o sea, la Guardia Civil— también cobra “incentivos” por multa impuesta a los malvados infractores. De esto sí que sé –fuentes bien informadas, ya saben…— que es totalmente falso. Los “incentivos al rendimiento” de la Guardia Civil son (sic) “el complemento de productividad y las gratificaciones por los servicios extraordinarios que se lleven a cabo fuera de la jornada de servicio establecido para cada régimen de prestación, que serán retribuidos como sobreesfuerzos”. ¿Entendido? ¿No? Pues a ver que les explico…


Quiere decir esto que, si el amigo guardia está de servicio, cobra por su trabajo y punto. Si el servicio es extraordinario o no está de servicio, lo que cobra son, lo que viene siendo para el resto de los mortales, horas extraordinarias. Sólo que a la grandísima mayoría del resto de los mortales no les pagan un duro por las horas extraordinarias. ¿A que no? ¡Ah!, pues peor para ellos. Que hubiesen estudiado para guardias civiles, que también tuvieron su oportunidad. Pues eso.


Así que ya saben, cuando les pare la Guardia Civil por ir pisándole al pedal más de lo debido, o ir zigzagueando por mor de los chupitos que se han metido entre pecho y espalda, verbigracia, no crean que es porque ese mes los beneméritos agentes andan mal de cuartos, no; es porque ustedes se lo han buscado “con todas las de la ley”… en su contra de ustedes mismos. Que les sirva de escarmiento, que para eso son las sanciones, para “educar” mayormente el bolsillo, que es lo que más duele. En fin…

 

 

El asunto de la   compra de partidos,  verbigracia


Porque, a ver, “incentivar” a un equipo de fútbol –o de lo que sea— para que pierda –conocido vulgarmente como “comprar un partido”— está pero que muy feo. Más aún, es un delito de corrupción entre particulares penado con multas, inhabilitaciones diversas e incluso cárcel. Pero ¿incentivarlo para que gane –lo que se dice una “prima a  terceros”, vaya—, está mejor? Bueno, para mi gusto no es tan sumamente feo –y para la Justicia no deportiva, tampoco; la deportiva lo prohíbe—, pero bonito, éticament, no es. Se supone que el trabajo de los deportistas es jugar lo mejor posible y nadie de fuera de casa tiene que incentivarte para que hagas bien tu trabajo, que para eso ya te paga el club. ¿Que no te alcanza para llegar a fin de mes? ¡Ahh!.. Pues habértelo pensado antes de haber fichado por ese equipo, qué caray –o haber opositado a la Guardia Civil, verbigracia.


¿Adónde quiero llegar con esto? Pues a que, a mí, personalmente, también me parecería fatal que incentivaran al señor multador de la cámara o al señor multador de la Guardia Civil para que hagan su trabajo. Ya cobran sus sueldos, ¿o no? Pues eso. Nada de primas a terceros. Y punto pelota.

 

 

Nos quedamos con lo que  más nos conviene…


Peeeroo… lo que tienen los bulos, falsedades, mentiras, calumnias, “fake news”, trolas, inexactitudes y demás zarandajas de la familia de lo no verdadero es que, a fuerza de repetirlas, van sentando cátedra “daquella” manera. ¿Que sabemos que determinado bulo no es cierto? Bah, tanto tiene. Lo repetiremos una y mil veces, qué más da. Nos encanta dejar mal a los demás, sobre todo si no son de nuestra cuerda y, a veces, incluso aunque lo sean, oigan, que a lo mejor escalamos posiciones. ¿Cuántas veces hemos oído lo de la prima por poner multas? Millones. Y seguiremos oyéndolo. Da igual las veces que nos digan que no es cierto.


Y es que, a veces, somos un poco malitos de más. Antes –en el siglo pasado o así— aún le teníamos miedo al castigo divino y tratábamos de ser buenos y no cometer pecados veniales, ni mucho menos mortales, para no ir al infierno, que no queríamos torrarnos. Cumplíamos los mandamientos al pie de la letra –coitadiños de nós— sólo por no ir a verle la cara al cura para confesarnos. Pero ahora, como ya no creemos en nada, nos hemos envalentonado y no nos duelen prendas en soltar lindezas de diestro y siniestro, como si no tuviesen su corazoncito. No hay más que leer los escritos de ciertos columnistas opinadores –avemaríapurísima— que lanzan improperios y feos calificativos al prójimo sin piedad y sin cortarse un pelín. Dios les perdone. Amén.

 

Bulea, que algo queda…

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