Con una propuesta sencilla pero muy pensada, La Cueva se ha instalado en el número 2 de la Plaza del Papagayo como un refugio honesto y sin pretensiones. Al frente del proyecto está Tomás De Llano, con amplia trayectoria en la hostelería coruñesa. Ahora, regresa con un concepto claro: recuperar la esencia del bar tradicional, con buen producto, cercanía en el trato y una carta breve pero cuidada.
Uno de los pilares del local es el café. Desde el principio, todo el equipo se formó en barismo y en producción, con entrenamientos previos durante semanas antes de la apertura. El resultado se nota en cada taza: un café de calidad, que invita a sentarse con calma, leer, trabajar o simplemente conversar.
La carta se construye desde lo clásico, pero con toques propios. Tostadas como la de jamón con tomate o la de aceite y miel conviven con otras más personales, como la de pulpo con queso o la de chicharrones. No hay nada improvisado: durante dos meses probaron combinaciones, ajustaron recetas y definieron una oferta breve, pero afinada.
A media mañana, La Cueva cambia de ritmo. Llega la hora del aperitivo: vermús, cañas, Petroni, mojitos... siempre acompañados de pinchos. Y no cualquier pincho. Aquí la empanada, la tortilla o la ensaladilla se sirven con cada consumición como parte de una filosofía que reivindica la generosidad de antes: “Queremos que quien venga sienta que le compensa, que aquí se cuida el detalle”, explica Tomás.
Ese mismo enfoque se traslada a los precios. Nada de suplementos por hielo o por terraza. Una copa cuesta 7 euros, un mojito 6,50, lo mismo dentro que fuera. Una política que busca, en palabras del propio Tomás, “no complicar al cliente ni hacerle sentir que hay letra pequeña”.
La música también forma parte de la identidad del local. Selecciones de blues, soul, rock o funky crean un ambiente reconocible y agradable. “No es algo aleatorio, está muy pensada. La gente lo comenta mucho”, apunta.
Durante el día, La Cueva va sumando clientela que entra a tomar algo, picar entre horas o sentarse a comer. Hay opciones pensadas para todos: desde mini pizzas o perritos para los más pequeños, hasta ensaladas como la de salmón con manzana o la de tomate con ventresca. También cuentan con tablas de embutidos y quesos, entre las que destaca la ración de jamón de cebo de campo.
Uno de los grandes atractivos del local está en la cerveza: los tanques de 1906 de bodega, sin pasteurizar, permiten servir una caña con cuerpo y sabor que muchos clientes destacan como diferencial.
Tras apenas unas semanas de rodaje, La Cueva ya ha conquistado a una clientela fiel. Y lo ha hecho sin estridencias, confiando en el valor de lo sencillo, bien hecho. “Aquí todo está pensado para que el cliente quiera volver. Si algo no está bien, no lo servimos. Esa es la base”, resume Tomás De Llano.