“¡Es que Irlanda desde la Torre de Hércules no se ve!”

“¡Es que Irlanda desde la Torre de Hércules no se ve!”
El confinamiento al que obliga la crisis del coronavirus no impide que se pueda realizar una visita a la Torre de Hércules | patricia g. fraga

Quinientas personas se encuentran a los pies de la Torre de Hércules. ¿Que no las ve? No se preocupe. El confinamiento al que estamos sometidos no le está causando ningún problema en la vista. Y tampoco sufre algún otro trastorno derivado del encierro.

Pero, haga caso. Allí, están. De modo virtual, pero están. Tiene algo de truco, por no decir mágico. Cosas de las nuevas tecnologías. Esas de las que se habla tanto en estos últimos tiempos.

Todo se debe a que el Ayuntamiento coruñés (bueno, en realidad, el personal encargado de la gestión de la Torre) para ayudar a sobrellevar esta cuarentena “coronavírica” ha decidido darle una vuelta de tuerca a una herramienta de la que ya se disponía, a través de internet, para conocer el faro más antiguo del mundo.

Los responsables del monumento Patrimonio de la Humanidad, con “Si tú no puedes ir a la Torre de Hércules, la Torre irá a tu casa”, llevan al que tenga ganas de viajar a conocer sus secretos mejor guardados.

Ayer fue el turno de los más pequeños. Paciencia, los mayores podrán ir mañana. A las doce de la mañana, más o menos, comenzó la excursión. ¡Siempre hay que esperar por los rezagados!

¿Expectación? Bastante. A falta de cinco minutos ya se habían conectado más de trescientos niños (algún mayor también se coló) a la dirección de Facebook Live: facebook.com/torredehercules. La cifra se iba incrementando a medida que la hora del despegue se aproximaba.

Alguna que otra queja

Pero, como suele ser habitual, todo lo novedoso tiene su punto de improvisación. Y la tecnología no iba a ser menos.

La narradora Blanca advierte de que no podrá contestar a todas las preguntas de manera inmediata porque existe un poco de retardo. También su voz se apaga por momentos y la velocidad no es la de una montaña rusa.

No obstante, los viajeros no desesperan, aunque madres hay que no confían gran cosa en que los retoños vayan a terminar el periplo. “Si no va más rápido, no sé yo si mis hijos aguantarán”, chatea una.

Introducción histórica

El paseo comienza con una introducción histórica del monumento y la visita a sus cimientos. Al grito de guerra de “¡Arriba!” los pequeños exploradores (hay quien se autodefine “Little Einstein”, pero echa en falta banda sonora) van ascendiendo por las sucesivas plantas del faro.

Las explicaciones de Blanca no aclaran todas las dudas de los intrépidos “tadeo jones”. “¿Por qué estaba destruida cuando llegaron los romanos?”, cuestiona Karina Rodríguez Rodeira; “¡Es que Irlanda desde la Torre de Hércules no se ve!”, desconfía Javi.

La timonel intenta, con humor, disipar en lo posible los reparos de los más preguntones. Incluso se atreve con anécdotas en las que no deja precisamente muy bien parados a los Borbones. En este caso a Isabel II. Esta reina, por simple vagueza, se negó a pernoctar en la torre. Un privilegio que ahora se le negaría a su tatataranieto Felipe VI, sin duda.

Chascarrillos aparte, el viaje finaliza con un gran salto desde la planta más alta del faro hasta la estatua de Breogán (unos 40 minutos de recorrido) y el recordatorio de que se puede volver en persona. No ahora. Hay que esperar, en casa, unos días. La Torre también lo hace. l

“¡Es que Irlanda desde la Torre de Hércules no se ve!”

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