El fuerte aumento del valor del oro impulsa a los ladrones de pisos a sustraer tan solo joyas

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  abel peña > a coruña

  Con el valor del oro en máximos históricos (el gramo roza supera ya los 40 euros) las alhajas que languidecen en cajones y joyeros se han convertido en tesoros que vale la pena conservar. O robar, porque la Policía Nacional constata que en los robos con fuerza en domicilios los ladrones ya no quieren nada que no sea oro o dinero en metálico. Es lo que buscaban los ladrones que allanaron dos casas situadas en el número 24 de la calle de Manuel Azaña.
Las familias que viven allí descubrieron el robo el pasado lunes,  tras regresar de unas cortas vacaciones. Las dos cerraduras tenían un esparadrapo que las cubría y al retirarlo descubrieron que se habían llevado la parte en la que se inserta la llave. Es decir, el bombín. En ambos casos el modus operandi fue idéntico y la Policía Nacional está segura de que se trata de un grupo de dos o tres hombres que actúa así para optimizar los beneficios, puesto que el riesgo es prácticamente el mismo.
Una vez en el interior de las casas, el primer lugar al que se dirigen es al dormitorio principal, porque es allí donde normalmente se encuentran las joyas. “En mi dormitorio –comentó la hija de una de las familias de Los Rosales– tenía también un joyero en un cajón pero ni siquiera se lo llevaron”. Tampoco prestaron interés al ordenador portátil que se encontraba sobre la cama de la joven aunque sí revolvieron cajones en varias habitaciones de la casa. Sí se llevaron, en cambio, cierta cantidad de dinero metálico que guardaban para un pago.

Profesional > Afortunadamente, los daños fueron mínimos en ambos domicilios, y se limitan a las puertas de las casas, de donde desaparecieron los bombines. Ésta es una práctica común entre los ladrones profesionales, que usan herramientas de cerrajero, porque así se aseguran de que la Policía Científica no pueda comparar las marcas que han dejado en el bombín para arrancarlo, lo que constituiría una prueba del delito.
También lo es que busquen pisos cuyos habitantes se han ido de vacaciones. Al tratarse de los dos únicos domicilios de la planta, los ladrones pudieron actuar con una casi completa impunidad. Ya emplearon la misma táctica hace unos años en el séptimo piso de esa misma casa y más recientemente, en junio, en la calle aledaña de Emilio González López. A  pesar de todas las precauciones que toman para escoger pisos deshabitados en un mismo rellano,  los delincuentes no se confían y actúan con gran rapidez: se sospecha que el robo entero puede durar apenas veinte minutos. Pero la intranquilidad que ha dejado en los residentes de los hogares allanados dura bastante más.
“Nos sentimos ahora un poco más nerviosas –reconoció una de las víctimas – porque volver a tu casa para encontrarte que han entrado en ella no es para menos, pero el consuelo es que no estábamos dentro, porque nos podían haber agredido”. “Yo desde luego –comentó otra– voy a ser  más cuidadosa”.
Desde la comunidad han hecho extensivas estas precauciones al resto de residentes del bloque a través de un cartel en el vestíbulo en el que se pide que no abran la puerta a desconocidos y que esperen a que se cierre el portón del garaje antes de marcharse para impedir que alguien se cuele por él. Pero otra de las víctimas no está tan segura de que esas precauciones vayan a surtir efecto: “Si es que se cuelan por el garaje, lo tenemos compartido por otros bloques, y no creo que funcione”.
Tampoco se puede contar siempre con la colaboración vecinal en otros aspectos, porque los agentes  muchas veces se encuentran con gente poco dispuesta a prestar declaración o siquiera a esforzarse por recordar si vieron u oyeron algo que pudiera suponer una pista. Por su parte, los vecinos piden de las autoridades más presencia de patrullas policiales, sobre todo tratándose de un barrio residencial como Los Rosales, en el que los robos en domicilios son recurrentes aprovechando que al se quedan vacíos durante la mayor parte del día.


 

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