Después del disgusto que produjo la suspensión de la procesión del Viernes de Dolores, de la del Ecce Homo Cautivo el domingo y la del Amor, el Perdón y la Misericordia del Lunes Santo, ayer al fin el cielo se abrió para permitir la salida a las calles de la Ciudad Vieja de los pasos de La Piedad y el Cristo Procesional o Cristo de la Agonía.
La segunda procesión de la que pueden disfrutar los coruñeses este año –la primera fue la de La Borriquilla el Domingo de Ramos– volvió a recorrer las calles acompañada del recogimiento y el fervor tanto de los fieles como de los turistas que están pasando la Semana Santa en A Coruña.
Acompañada de los cofrades de Nuestra Señora de La Soledad y Santo Entierro y del son de la Oje de Ferrol, la talla de madera de La Piedad, del siglo XIX y de origen alemán, caminó sobre los hombros de los fieles mientras la noche iba cayendo poco a poco sobre la ciudad, en una procesión de Martes Santo que empezó con la luz del sol entre las nubes y terminó volviendo al templo de la Orden Tercera entre la iluminación de las velas y las farolas. Estas dieron brillo a la policromía del maestro sevillano Guillermo Martínez Salazar, que representa a la Virgen al pie de la cruz, con su hijo en brazos tras el Descendimiento y en una actitud de sereno dolor.