nos da que estamos a puntito de hartarnos de ser tan encantadores y vivir en una tierra maravillosérrima, con este clima tan fantabuloso y esta comida tan bendecida por los dioses. Y si no que se lo digan a los de Santiago que, ahora, en vez de “peregrinos” en busca de paz de espíritu tienen “invasores” en busca de festa rachada. Y es que somos así, tan borregas que nos encanta ir en mogollón a todas partes. Sí, sí, ya sabemos que hoteles, restaurantes, alquiladores vacacionales y supermercados están que dan palmas con las orejas, pero a los sujetos de la tierra nos fastidia ir a nuestro bar y no tener donde sentarnos ni poder hablar con nuestro camarero/confesor, o ir al súper y sortear familias enteras de turistas que deambulan por él con toda la pachorra tomándose la compra como una actividad vacacional más, al fresquito del aire acondicionado. ¿Y qué decir de los alquileres? Ya no hay ni trasteros para alquilar; a los dueños les es más rentable hacerlo por días o semanas que durante todo el año. Esto será vivir con éxito, pero más incómodo.