Hay que ver cómo se globaliza el crimen. Pues sí, señora/es, un francés —e imaginamos que muchos más, pero a este lo han pillado— tuvo la jeta de ir hasta Madrid —porque se podía haber ido a París, ¿o no?, pues no— a robar las tarjetas de crédito a ancianos que sacaban dinero en los cajeros, después de junar disimuladamente el pin que marcaban. Ayudado de un patinete —esto de la delincuencia cada vez está peor...— se iba zumbando a los cajeros cercanos y les dejaba a los pobres las cuentas todo lo limpitas que podía, por eso de los límites y tal, que si no, se las dejaba como patenas. Pues nada, que al “enfant de la patrie” lo pillaron, pero al poco tiempo lo soltaron -qué raro-. ¿Y qué hizo el muchacho? ¿Se fue a su casa a robar tarjetas a sus abuelos? No, señores, no, se fue a Barcelona. Le parecería que allí los abuelos están más forrados, por eso de que “la pela es la pela”. Ya ven ustedes, con lo finos y elegantes que nos parecen a nosotros los “garçons” y son tan chorizos como nuestros chorizos nacionales. Lo dicho, la globalización.