Igual que se tapia un nicho, también se tapia la puerta de una ruina. La sensación es parecida. A las seis de la tarde de ayer, dos obreros se presentaron en el número 30 de la calle Barrera, reducida a una ruina humeante tras el incendio del día anterior, para condenar el acceso principal y evitar nuevas intrusiones. Se trata del punto y final de un edificio de 125 años de historia. Los últimos cinco estuvieron marcados por sucesivas okupaciones y una rápida decadencia.
En 2018, el inmueble se puso de actualidad por primera vez. El Gobierno de Xulio Ferreiro había decidido adquirir por 69.000 euros el tercer piso, como parte de un concurso en el que los ciudadanos ofrecían sus casas al Ayuntamiento para que las comprara. De esa manera, Ferreiro pretendía aumentar el parque de viviendas municipal a través de la rehabilitación.
La idea era positiva, pero no funcionó. Errores en las bases del concurso provocaron que fueran muy pocos los que se presentaron, y el Ayuntamiento adquirió incluso algún inmueble que no cumplía los requisitos. No fue el caso del tercero del portal 30 de la calle Barrera.
La okupación no comenzó hasta las navidades de 2021, cuando la pandemia todavía coleaba. Los okupas se instalaron en varios pisos, incluido el tercero, así que aquello dio bastante que hablar. La Policía Local llegó hasta el lugar, los expulsó e instaló una puerta reforzada. El dueño del cuarto piso aprovechó la ocasión para tapiar el acceso a la vivienda, de manera que solo quedaron dos pisos okupas, el primero y el segundo.
Poco a poco, comenzaron a surgir problemas de convivencia. Sobre todo en ‘O Corno’, un lugar que seguía abierto y que tuvo que vérselas con las molestias que generaban los ‘inquilinos’, que tiraban basura al patio interior y robaban fluido eléctrico. El bar aguantó abierto bastante tiempo, para cerrar finalmente en 2023. A esas alturas, las quejas de los vecinos eran constantes. En el lugar se traficaba, y había peleas a menudo. Por lo menos el propietario del primero inició acciones legales y el segundo también declaró haberlo hecho En noviembre de 2024, una de estas peleas entre okupas hizo intervenir a la Policía. Había habido varios conatos de incendio, y una mujer fue detenida por amenazar a otros para cobrarse una deuda.
A estas alturas, el edificio ya estaba muy perjudicado, y una barricada impedía el acceso más allá del segundo. El primero, que se había convertido en un fumadero, se desokupó, pero quedó lleno de basura, lo que sirvió de combustible al incendio del pasado martes. Los tres okupas restantes, que vivían en el segundo, tendrán que buscarse otro refugio y la comunidad de propietarios tendrá que buscar una empresa de demolición.