Reportaje | La importancia de vivir el camino con trabajo y sin mirar la meta

Reportaje | La importancia de vivir el camino con trabajo y sin mirar la meta
La directora Lina González-Granados | Patricia G. Fraga

La Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG) afronta esta semana una serie de conciertos hoy en Vigo y mañana en el Palacio de la Ópera (20.00 horas) bajo la batuta de la directora Lina González-Granados y acompañada de la violinista Alexandra Conunova. Para la ocasión, el programa que tocarán viajará desde el “color, luego línea de canto y después ya se va hacia el tinte patriótico”, con la interpretación de ‘Le tombeau de Couperin’ de Ravel, el tercer concierto para violín de Sain-Saëns y ‘Mi patria’ de Smetana.
 

Apunta González-Granados que, a pesar de haber visitado España en otras ocasiones, “es mi primera vez” en A Coruña. “La orquesta es muy buena, son muy queridos, con muy buena disposición”, indica.
 

Actualmente, es la directora residente de la LA Opera, pero acostumbra a dirigir a ambos lados del Atlántico. Explica que hay “diferencias importantes” en cuanto a las orquestas a ambos lados del charco. “Aquí tenemos una oportunidad más grande para hacer crecer las obras, más días de ensayo”, mientras que en EEUU “el trabajo es muy eficiente, pero diferente, porque tenemos que hacerlo muy directo”.


Sobre la audiencia europea, asegura que “es muy culta”, como la americana, lo cual la hace estar “muy agradecida, siempre es un gusto venir y estar con ellos”.


Carrera

La vida de la directora de orquesta siempre ha estado ligada a la música. Empezó muy pequeña, “con tres o cuatro años”, ya que en el colegio había una tuna, “porque yo estaba en un colegio de monjas españolas”. Allí “cantaba, tocaba castañuelas, la guitarra... después de un tiempo, empecé a tocar el piano”, apunta, y añade que la transición fue muy natural, “porque me dediqué a acompañar coros, me gusta mucho el canto y la ópera”.
 

Fue hace quince años cuando cogió la batuta por primera vez en directo, fecha que todavía no asimila, “¿quince años ya?”, se cuestiona entre risas. Tras esa primera oportunidad, se fue a EEUU para seguir estudiando.
 

Reconoce que al inicio de su carrera, “en mi ingenuidad”, pensaba “que si otras personas” podían llegar lejos y ponerse al frente de grandes orquestas, “por que yo no”. Así que comenzó “a estudiar y prepararme”, pero con el tiempo se dio cuenta que el camino era algo más complicado, “había más retos, obstáculos, mañas por desaprender y factores externos”. Pero sus padres la educaron “con la convicción de que si tenía las herramientas para trabajar, y seguir trabajando, no importaba cuando llegara al destino, sino que el camino era lo importante”. Así, alcanzó metas como dirigir en Chicago o en Los Ángeles, “un gran paso, como venir a Europa, pero cuando estaba en la universidad y hacía cosas con mi coro igual lo sentía importante”.


Ahora, asegura que no se pone metas determinadas, “a veces pienso que esto es el tope”, por eso está en un proceso “de vivir cada semana con el valor que tiene, en vez de estar pensando en la meta, porque no es tanto la orquesta que dirijo, sino qué repertorio puedo hacer que disfrute, con quien puedo tocar... estoy disfrutando más de las cosas pequeña porque, en retrospectiva, todo esto es grandísimo”. 

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