Un año más, y con este van seis, el festival internacional Quincegotas vuelve a aproximar la danza contemporánea a la calle dejando de lado, por una vez, el teatro. Para esta ocasión, los organizadores, se decantaron por un recinto emblemático como es el castillo de Antón y en él se dieron cita siete compañías con otros tantos espectáculos que se desarrollaron en horario de mañana y tarde.
La primera en ‘salir a escena’ fue Akira Yoshida con ‘Oroimen’ en la que se presenta a un personaje solitario en un viaje rememorativo a través de la memoria y de las acciones vividas por las manos; el tacto, la juventud, el amor, la vida y la muerte.
Después llegó el turno de iXa que, tomando como punto de partida el universo de lo onírico, a través de ‘Ollos cara adentro’ pretende indagar en la concepción surrealista del sueño; ese lugar donde los límites de la lógica, la razón, la conciencia y mismo las convenciones del gusto rompen permitiendo abrir una puerta entre el mundo interior y el exterior de cada individuo.
El programa matutino lo clausuró Álvaro Murillo. ‘8 kilómetros en mula’ presenta un hecho real que tuvo lugar la noche del 22 de julio de 1928 sirvió como inspiración a Loca para su obra obras ‘Bodas de Sangre’.
El programa de tarde se abrió con la representación de ‘Vientre’ de Maximiliano Sanford y Yeinner Chicas. En ella la compañía trata de dar espacio para que aflore la energía femenina.
Le siguió Kiko López que con ‘Honest’ muestra un fragmento pequeño de la obra larga ‘SR.W’ en el que el protagonista bucea a través de la animación del objeto. La lámpara es un desafío interior para encontrar el lado más bello del ser humano.
La compañía Cave Canem representó ‘No son ojos porque los ves son ojos porque te miran’. Está última es una pieza próxima e íntima que se centra en explorar como mover la energía en la escena, la propuesta es no cruzar miradas.
La jornada artística se cerró con ‘Leira’ de Nova Galega de Danza. La obra muestra como el cuerpo y la tierra estrechan sus lazos en un espectáculo de danza y música que nos transporta a la dura belleza de los labores del campo. La mujer en el centro de esta conexión telúrica; día y noche, jornada tras jornada repetida en una sucesión inagotable de estaciones. l