Cuando vienen de fuera y tienen fama de robar, siempre son motivo de alarma. Algo que al principio son una curiosidad y luego se convierten en algo corriente. Por lo menos, hasta que es ya tan corriente que vuelve a llamar la atención. Es el caso de las urracas, que de un tiempo a esta parte parecen haber invadido a la ciudad. Aunque los naturalistas y ornitólogos consultados no se atreven a poner un número (el fenómeno es reciente, y no se han realizado estudios sobre ello) sí concuerdan en que cada vez más de estos córvidos han colonizado la ciudad, y que puede descubrirse en cualquier árbol los voluminosos nidos que construyen.
Hay más de 200 especies contabilizadas en lugares como la Torre de Hércules, y la mayor parte pasan desapercibidas, pero las urracas no. “Como es un pájaro relativamente bonito, a la gente le gusta, pero se están dando cuenta de que cada vez hay más”, reconoce Santiago Vázquez, del Grupo Naturalista Hábitat. El fenómeno comenzó hace unos años y han tomado al ciudad. “Casi en cualquier parte ves sus nidos, con unas construcciones muy voluminosas”. Las urracas pueden hacer una nidada o dos al año así que van creciendo lentamente.
Sergio París, secretario de la Sociedade Galega de Ornitoloxía, explica que son animales muy oportunistas e inteligentes, capaces de adaptarse al entorno urbano y disfrutar de las posibilidades que ofrece. Por ejemplo, aprovechándose de la comida que se le arroja a las palomas. “Las ciudades son unas islas de calor, siempre hay un poco más de calor que en el campo por la noche, por eso a muchos animales les gusta”.
“Aquí tampoco tienen enemigos naturales, como azores o gavilanes, y pueden comer cualquier alimento”, añade Vázquez, Por supuesto, siempre puede caer en manos de algún gato procedente
de las numerosas colonias felinas que alberga la ciudad sobre todo a algún volantón (pollito al que le salen las primeras plumas) o puede ser víctima de un atropello, pero sigue siendo más seguro que el medio natural.
Pero sobre cuántas hay, exactamente, es imposible pronunciarse. “A corto plazo no puede decirse que haya más, pero sí en las últimas décadas”, explica París, pero según el censo oficial de poblaciones de aves comunes, la tendencia global ha sido negativa. Es decir, cada vez hay más en áreas urbanas y menos en pastizales y arbolados. Menos urracas, pero más callejeras.
El avance de las urracas viene acompañado del retroceso de las gaviotas, una especie también oportunista y sedentaria, pero que ha perdido población en los últimos años. Ruidosas, grandes, y a veces agresivas, hay pocos coruñeses a los que les gusten las gaviotas, que se posan sobre los coches aparcados, se disputan entre ellas basura y carroñas y cazan a las desprevenidas palomas pero puede que algún día se las eche de menos: según el Ceida (Centro de Extensión Universitaria e Divulgación Ambiental de Galicia) en los últimos diez años la población ha caído un 70%, y todavía desconocen el porqué. París participó en el estudio y advierte que las aves marinas están muy amenazadas, aunque a nadie parece preocuparle. En cambio, las urracas sí. No hay más que recordar el caso de la pega Peggy.
Fue justo hace un año: había una urraca en la calle Víctor López Seoane, en Os Mallos, que se había convertido en la mascota de los vecinos. El pájaro visitaba de forma diaria la panadería Boas Migas, en la calle de Víctor López Seoane, donde le habían construido una caseta de madera a las puertas del local. Laura Carou, la propietaria, aseguraba que se subía a los hombros de la gente y saludaba a los niños en la parada del bus. Entonces, un miércoles, desapareció y temían que fuera obra de una señora que se había quejado de que le molestaba. Incluso se llamó al Seprona. Pero todo resultó ser una falsa alarma porque el pájaro reapareció en una jamonería de Santa Cruz.
Resulta difícil imaginarse una reacción así con una gaviota o con una paloma. Las urracas parecen haberse ganado un lugar en los corazones de los coruñeses, además de en sus calles. París explica que son territoriales y no forman colonia como dichas aves: “Por ejemplo, si hay dos nidos en la plaza de Azcárraga, las urracas expulsarán a otras que intenten instalarse allí”.
Así que, aunque hay muchas, parece que no va a haber nunca demasiadas. Y, por otro lado, su fama de ladronas parece que no es tan merecida, así que los coruñeses no tienen por qué preocuparse de sus pertenencias. “A lo mejor roban un trocito de papel albal para adornar sus nidos. Nada más”, dice Vázquez.
CLAVES |
1 En la última década ha crecido de forma evidente la población de urracas, que han pasado a cubrir toda la ciudad, aunque al ser un ave territorial, no forma colonias como ocurre con las palomas o con las gaviotas |
2 Son muchas especies que se están adaptando al hábitat urbano, donde la comida es más abundante y donde hace más calor que en la naturaleza, de manera que no es raro que aparezcan nuevos animales |
3 Las gaviotas, que son el ave más emblemática de A Coruña, han ido reduciendo su población en los últimos años, sin que los ornitólogos puedan apuntar a una causa concreta, aunque las aves marinas están entre las más amenazadas |