Si los mitos del rock pueden hacer sobre un escenario lo que les venga en gana y salir indemnes, qué no se podrá permitir para dominar el bolo un miembro del Salón de la Fama. Da igual que Lionel Richie se las viera y deseara para pronunciar correctamente el nombre de A Coruña, o incluso que el calor amenazara con exasperar a un artista que puso sobre el Coliseum seis décadas de éxitos. El americano, cuyo currículum dejaría sin espacio para la crónica este relato, se paseó por su legado y puso frente al espejo su leyenda. Y salió indemne con un espectáculo mayúsculo, aunque dentro de la contención que caracteriza su perfil más bajo de los últimos tiempos.
Quién llegaba al Coliseum y lo que iba a presentar sobre la mesa lo dejó muy claro Richie con el vídeo previo a su salida al escenario. Diez minutos tarde, por cierto. En cuestión de cuatro minutos le dio tiempo a proyectar un vídeo con momentos de la Motown, de sus duetos con leyendas como Diana Ross o, directamente, los Grammy, Oscar, Globos de Oro y presentaciones en el Rock and Roll Hall of Fame que cuelgan de su casa allá en la América sureña.
Elegir ‘Hello’ y ‘Running with the Night’ fue otra forma de decirle a los 3.000 asistentes que no había lugar a dudas: se trataba de una celebración del mito, y esos dos temas contribuyeron en enorme medida al mismo. En la segunda de ellas fue cuando empezó a quedar claro que Richie no llegaba solo. Lo hacía apoyado en una banda que, si bien era recudida a seis miembros, sonó todo lo funky, rock y pop que necesitó en cada momento, con solos de saxo y Gibson propios del frontman al que hacían justicia. Sin coros ni apoyo vocal, por otra parte.
Poco antes de encarar el ‘Easy’ de los Commodores, la banda de la Motown en la que empezó a cimentar su leyenda, Richie quiso saludar a ‘Corroña’ primero y ‘Curruña’ después, aunque reconoció, eso sí, la belleza de la ciudad. Enfundado en camisa y pantalón negro, además de una chaqueta gris, pidió a todo el mundo que abandonase el asiento y se pusiera a bailar. Para ello eligió ‘Sail On’, ‘Stuck on you’ o ‘Brick House’, puede que el momento más bailongo de la noche. “No me esperaba esto, puede considerarse muy caliente”, dijo.
Hablando de caliente, fueron varias y constantes las referencias al calor de la condensación del Coliseum. Incluso llegó a pedir un abanico al público y aseguró que, de no haberse quitado la chaqueta, estaría fundida. “Parece Japón”, dijo al probar a abanicarse.
Pasado el ecuador de las casi dos horas sobre el escenario, y después de arrancarse en solitario al piano varios temas de los Commodores, Richie empezó a tirar de clásicos: ‘Endless Love’, banda sonora de de ‘Amor sin final’ de Zeffirelli abrió la caja de Pandora. “Usadme”, le dijo a los hombres de la audiencia, a los que pidió que usaran el tema para ligar. A las mujeres les sugirió convertirse en Diana Ross para los coros.
De ahí a bailar sobre el cielo o pedirle a la gente ‘Say You say me’ no hubo vuelta atrás. O sí. A unos ochenta en los que Richie y Jackson escribieron para la mayor constelación de estrellas jamás vista ‘We are the world’. No consiguieron cambiar el mundo, pero sí un himno inmortal que tarareó todo el Coliseum, justo antes de la despedida definitiva con ‘All Night Long’. Fue la presentación del ‘hall of famer’ número 26 en pisar A Coruña.