Coruñesismo invicto

Coruñesismo invicto
Francisco Vázquez, durante su primera toma de posesión

Tal día como hoy, hace cuarenta años, el 23 de mayo de 1983, tomaba posesión por primera vez del cargo y condición de alcalde de La Coruña, como consecuencia de haber recibido el voto mayoritario de los coruñeses en las elecciones municipales de aquel año, que fueron las segundas de la democracia. 


Ese día, en la historia de la ciudad, se iniciaba un ciclo político irrepetible que duraría ininterrumpidamente 24 años, prácticamente un cuarto de siglo y que desgraciadamente hasta hoy no tuvo continuidad, como ha demostrado el voto ciudadano en las posteriores elecciones. En seis elecciones municipales consecutivas, los coruñeses otorgaron la mayoría absoluta para gobernar al modelo de ciudad y de convivencia liderado por el ayuntamiento del que yo era Alcalde. Hasta hoy, pasados ya 44 años y celebradas 11 elecciones municipales, en ninguna ciudad ni capital española se ha logrado superar, ni siquiera igualar, un apoyo popular similar al logrado en La Coruña con seis mayorías absolutas consecutivas como han sido las obtenidas durante los años de mi Alcaldía. 
 

Y pese a quien le pese, ese largo período de estabilidad política fue consecuencia única y exclusiva de la decisión democrática de los coruñeses de todos los signos políticos, que con su voto en las urnas, expresaron libremente una y otra vez su apoyo y su identificación con el proyecto de ciudad impulsado desde el Ayuntamiento por mí presidido, que por encima de los intereses partidarios, buscó siempre anteponer a cualesquiera otros, los intereses comunes y superiores de la ciudad, a la vez que atender con sus políticas las necesidades de todos los ciudadanos e instituciones, sin el menor atisbo de discriminación política o ideológica. Esto es, La Coruña de todos. 
 

Desde su inicio, el ideario que impulsó esta etapa fue el coruñesismo, manifestado en su vertiente más solidaria e igualitaria, y así lo manifestaron los resultados electorales de aquellas elecciones municipales de 1983. La ciudad había sufrido el injusto agravio de perder su condición secular de capital de Galicia, circunstancia que acarreó la desaparición de gran parte de sus infraestructuras político-administrativas, afectando económicamente a su naturaleza de ciudad de servicios y generando entre sus vecinos, estas arbitrarias decisiones, un clima de desaliento colectivo, al ver mermada La Coruña su capacidad institucional y afrentada su dignidad histórica. 
 

Consecuencia de todo ello, tan sólo obtuvieron representación municipal las candidaturas encabezadas por quienes habían antepuesto la defensa de La Coruña a cualquier otra consideración, rompiendo incluso con las directrices y la disciplina de sus propios partidos. Así fue el caso de las tres únicas candidaturas que pasaron a formar parte de la nueva corporación municipal: ‘La Coruña Unida’, encabezada por el anterior alcalde, Joaquín López Menéndez, que había roto con la UCD; Alianza Popular, que dirigía mi recordado amigo, Pepe Dopeso, que había dimitido de su cargo de Conselleiro en la Xunta de Galicia; y, por último, el PSOE, liderado por mí, que había dimitido de mi cargo de secretario general del socialismo gallego. 
 

Ningún otro partido obtuvo representación municipal, situación que se mantuvo durante muchos años, especialmente en relación con los partidos nacionalistas, siempre excluyentes de toda opción contraria a su voluntad monopolizadora de la realidad gallega. Los resultados electorales reflejaron nítidamente el rechazo mayoritario de los coruñeses hacia las personas, partidos e ideologías que habían mancillado nuestro pasado histórico, a la vez que en la opinión pública se imponía la necesidad de crear una nueva definición de la ciudad que permitiera superar el quebranto ocasionado por la pérdida de la capitalidad, a la vez que establecer nuevas pautas de crecimiento y de desarrollo, entendiendo que estos objetivos tan sólo se podrían conseguir desde el consenso y el apoyo mayoritario de los coruñeses.


Y así nació la etapa coruñesista y así también entendí yo como debían ser mis mandatos municipales. Coincidieron durante los 23 años de mi Alcaldía los tres elementos básicos para desarrollar una política útil y provechosa para la gente. El primero, una gestión que responda y coincida con las demandas de la sociedad. El segundo, un programa con el que se identifiquen y se sientan protagonistas la mayoría de los ciudadanos. El tercero, un equipo de gobierno eficaz, como fueron los magníficos concejales que constituyeron mis equipos de Gobierno durante los años de mi Alcaldía. 
 

Y a partir de ahí, lo hecho, hecho está. Y permanece en la memoria de todos, como un pasado que se desearía recuperar y continuar. La Coruña buscó su propio modelo y camino sin injerencias ajenas ni dependencias partidarias. En uno de mis discursos navideños, recordando a Winston Churchill, dejé clara nuestra estrategia cuando dije: “La Coruña ni tiene amigos permanentes, ni tiene enemigos permanentes, tan solo tiene intereses permanentes”. 
 

Y la ciudadanía no solo se identificó, sino que se ilusionó e hizo suyo aquel proyecto político que tomaba como referencia el modelo de Ciudad-Estado italiana, singular y acorde con su historia y su propia idiosincrasia, lejana del localismo y el chauvinismo excluyente. Paso a paso, La Coruña pasó a ser un referente a nivel nacional e internacional, ejerciendo un liderazgo claro, tanto a nivel institucional y político, como en áreas de gestión tales como las sociales, educativas, culturales, urbanísticas y otras. 
 

Lo cierto es que La Coruña ‘despegó’ y lo hizo sin más alianzas y compromisos que los nacidos de la voluntad coruñesista de sus vecinos y de sus gobernantes, que no fue otra que la que, como alcalde, dejé escrito en la base del Obelisco Millennium: “Recogiendo con honor el legado de la libertad, tolerancia y progresismo de nuestros antepasados, virtudes que definiendo su convivencia, han hecho grande a nuestra querida ciudad. Los coruñeses de hoy, frente a la Torre de Hércules, cuna y origen de La Coruña, erigimos este obelisco como símbolo de homenaje a nuestra historia y también como compromiso para las futuras generaciones de seguir dedicando nuestros esfuerzos y trabajos en la consecución del progreso armónico y desarrollo solidario de nuestra comunidad”. 
 

Lo primero y siempre, La Coruña. Y así lo hice. 

Coruñesismo invicto

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