El plan de entrada ilegal en España de una veintena de marroquíes es tan insólito como genial. Fingir una emergencia médica para que el avión tenga que desviarse de su ruta y aterrizar en Palma resulta tan de película que casi dan ganas de aplaudir la osadía. Si no fuera por la brecha de seguridad que ha dejado al descubierto y que las autoridades competentes tienen que castigar de forma ejemplar, no vaya a ser que a partir de ahora haya comas diabéticos o infartos de mentira cada dos por tres y esto acabe siendo como el cuento de Pedro y el lobo.