Con un punto de vergüenza ajena, la izquierda política y mediática han pretendido pasar por encima del pulso y pacto mantenidos por la presidenta Susana Díaz con Izquierda Unida Andalucía (IU-A) a propósito de los “okupas” privilegiados de la corrala La Utopía, de Sevilla.
Una y otra parte han dado por cerrada la crisis y hablado de “solución colectiva” y de “recomposición del pacto”. Pero lo cierto es que ambas salen tocadas del affaire. La presidenta Díaz, porque tal vez se pasó de acelerador con el decreto por el que una de sus consejerías asumía la competencia en viviendas sociales, en manos hasta el momento de IU-A, y porque luego no supo –o no quiso– rematar el órdago reponiendo de verdad la legalidad.
La claudicación y marcha atrás dada no la dejan en buen lugar. La última disposición al respecto pasará a los anales de los diecisiete diarios oficiales autonómicos que se publican en este país: “Decreto de la presidenta 2/2014, de 11 de abril, por el que se deroga el decreto de la presidenta 1/2014, de 10 de abril, por el que se modifica el decreto de la presidenta 4/2013, de 9 de septiembre”. Dos decretos presidenciales con un día de diferencia. Lo que uno quita, el otro lo devuelve. En el corto entreacto había mediado un acuerdo que si no dejaba las cosas exactamente como estaban, sí las mantenía muy parecidas.
Y por mucho que cante victoria, no peor parada del lance ha salido Izquierda Unida-A, que ha vuelto a revelarse como un socio peligroso y desleal y cuya conducta, saltándose a la torera las reglamentarias listas de espera, ha rayado en la prevaricación, si no es que ha incurrido abiertamente en ella.
Al final, sólo dos o tres de las veintidós familias allí instaladas tendrían derecho a la permanencia en la corrala por razones de riesgo de exclusión social. Con toda propiedad, a esa manifiesta irregularidad y favoritismo se le puede llamar corrupción, aunque algunos mantengan, como nuestro presidente, Núñez Feijoo, que de corrupción sólo se trata cuando hay dinero por medio.
Con todo, en este balance de ganadores y perdedores quien del episodio más maltrecho ha quedado ha sido el pacto de gobierno entre PSOE e IU-A. Tal vez se ha superado esta gran y última crisis porque ante la inminencia de las elecciones europeas no era el momento para romper la coalición y precipitar unas elecciones regionales anticipadas.
Pero el pacto queda malherido y muy probablemente no podrá aguantar más allá del otoño. El experimento andaluz tiene los días contados. Y con ello quedará reforzada la idea de que la izquierda no logra entenderse y de que los gobiernos de coalición entre ellos no funcionan.