Sirenas y tritones

Los veo todos los días sobre los arenales. En el extremo inmediato a la rotonda de las Esclavas, al pie del Playa Club y cobijados en el rincón del viejo matadero. Sirenas de dulces y atractivas canciones y tritones adiestrándose para la lucha y la victoria. Haciendo ejercicios gimnásticos. Desafiando la temperatura del agua. Elásticos. Forjados en bronce. ¿Criaturas arrojadas por las olas? ¿Argonautas? ¿Dioses buscando su nirvana iluminador?
Posiblemente un Jasón herculino salido de la mitología para echarnos una mano tras el vellocino coruñés que nuestros regidores –la Marea, nasía pa’ganá– han perdido al doblar la esquina como simple azucarillo en café hirviendo por obra del valido de la zarina Iago Martínez, experto en botín de arañar buen sueldo sin otro mérito que ser amigote del jefe.
Pero los deseos no deben confundirse con las realidades. No olvidemos que por los visitantes de nuestras playas corre sangre de semidioses. De los que veían llorar –ahora que sufrimos sequía– el dios de la lluvia en México, conquistaban mil pueblos y en una lengua maravillosa leían el evangelio de Don Quijote. Criaturas dispuestas hacia la gloria y a enriquecerse con la sabiduría universitaria y escuelas especiales del noroeste.
Nadadores avanzando por las marismas oceánicas, con el agua a la cintura y el sol detenido hasta conseguir la estación intermodal, el arreglo de Lavedra y el parque ofimático. O derribar lo muros de la estulticia con Alvedro, el AVE y ferrocarril hasta punta Langosteira... apostando además por una petroquímica de nada que nos daría muchos puestos de trabajo.
Sin embargo, frente a estas previsiones, la corporación municipal actual es incapaz de aprobar los presupuestos, profesa el “no, no”, protege a los okupas y da la espalda a la urbe que le ha dado los votos y confiado su representación.

Sirenas y tritones

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