El oráculo de Lugo

La actualidad política es tan rabiosa y recurrente estos días en los medios de comunicación, en las tertulias y en las conversaciones que ya resulta cansina y hasta puede tronar la cabeza del ciudadano más equilibrado.
Por eso en este comentario sigo el sabio criterio de un viejo amigo que en situaciones parecidas aconsejaba “distanciarse de los acontecimientos para no interiorizar en exceso los problemas”. Es muy saludable oxigenarse con noticias menos trascendentes que también conforman la realidad prosaica. 
Una de ellas la publicaban M. Olarte y M. Freire en “El Progreso” la semana pasada: la magistrada del juzgado de Vigilancia Penitenciaria número 3 de Galicia, con sede en Lugo, fuera de su trabajo como jueza tiene una ocupación singular, “se dedica a leer las cartas del tarot”. 
Recibe a sus “devotos” en un marco que reproducía el ambiente esotérico de la práctica de la adivinación: salón con cortinas rojas, mesa y mantel blanco, sofá grande, el perro y la luz tenue que ilumina la estancia. Lo más parecido a un cuadro tenebrista.  
El ejercicio de este viejo oficio hermana a Lucus Augusti con Delfos y el oráculo de la avenida de Ramón Ferreiro satisface la ansiedad de algunos lucenses que, como los griegos, desean saber qué les depara el futuro sobre la salud, el amor y el dinero, las infidelidades y traiciones o la actuación de la justicia, que esa debe ser la especialidad de esta singular pitonisa. 
Lástima que, según la información de los colegas de “El Progreso”, la jueza no sobresalga por el rigor en sus predicciones. Más que adivinar el futuro, halaga el oído de sus clientes con las ambigüedades del horóscopo, como hacían sus antepasadas las pitonisas griegas.  
Bromas aparte, hay que decir que esta y otras excentricidades de la magistrada son poco edificantes para la justicia. Pero es más grave aún, si se confirma, que haya utilizado el tarot que le da el cargo, no para predecir, sino para determinar el futuro de presos bajo su jurisdicción –asesinos, agresores sexuales y otros delincuentes– concediéndoles beneficios penitenciarios inmerecidos. 
Que esa gente ande suelta entraña riesgo para la sociedad y hace más incomprensible que el mando judicial responsable no haya utilizado su autoridad para “tomar cartas en el asunto” y exigirle el comportamiento acorde a la responsabilidad de su oficio.   
En fin, que noticias como esta corroboran lo que decía El Gallo: “hay gente pa tó”. También en la justicia.  

 

 

El oráculo de Lugo

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