El procés, procesado

Paradojas políticas a salto de mata. Catalanes rescatados de iluminados independentistas republicanos. De esos de barretina y señera esclavizados por otros conciudadanos de bandera estrellada, odio y separatismo a ultranza. Uno siente vergüenza ajena con estos individuos o individuas que han insultado las instituciones públicas y después se han arrugado ante las togas, el peso de la ley y la amenaza carcelaria. ¿Dónde quedó la arrogancia de Carme Forcadell al visitar el Supremo? ¿En el expediente que portaban sus manos? Ahora mucho acatar el 155, rebajar la DUI y conseguir 150.000 euretes de nada para eludir la prisión. Cobardía se llama esto con uso reivindicativo de dodotis. Pese a ello, no obstante, sigo pensando sobre la fianza y disponibilidad de tesorería de algunas asociaciones ligadas a la Generalidad.
El “procés” procesado, el azotator azotado, el fabulador fabulado. Una partida de tramposos al más alto nivel y que se repite cada cierto tiempo –la criatura humana es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra–. España nos roba. No tienen en cuenta nuestro hecho diferencial. Olvidan nuestro ADN, cultura, idiosincrasia, fueros, laboriosidad acreditada. Odio exacerbado de los españoles. Tratos desfavorables otorgados a lo largo de los años… Cuando se juega de farol en nombre de todos los compatriotas se apagan las luces. Y el resto de convecinos, que son más importantes y más reclaman el lugar que les corresponde, la solidaridad y competitividad empresarial para allegar dividendos y crear puestos de trabajo. Y si por encima los adalides de la Declaración Unilateral de Independencia son Puigdemont, Forcadel y demás troupe circense pare usted de contar. “Fue una mentirijilla. Una broma. Admito la Constitución y su artículo 155. ¿Creen ustedes, señores magistrados otra cosa? Picaron, picaron, picaron...”.
Hegel, citado por Marx, lo asegura: tragedia y farsa se repiten.

El procés, procesado

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