MIEDO Y TEMOR

Es obligada la paráfrasis. “Dime lo que temes y te diré de qué careces”. La última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sitúa a Podemos como la tercera fuerza política del país, por detrás únicamente de PP –que sigue encabezando la clasificación pese a una significativa caída– y el PSOE, que recupera puntos. No incluye sin embargo –motivos tal vez no falten ante la perspectiva del resultado–, como sucede con el resto de fuerzas políticas, la valoración del líder de esta tercera formación, Pablo Iglesias. El aprobado, salvando esta circunstancia, no lo alcanza, ni mucho menos, nadie. Para gustos están las reacciones de los partidos que han dominado el panorama político de este país desde la Transición. Desde la que aporta el presidente del Gobierno, que recurre a la “estabilidad” como elemento de sostén del sistema que ha derivado en el exclusivo, y excluyente, bipartidismo, hasta la del novel secretario general del PSOE, que postula su formación como la única “alternativa” al liderazgo del país en un momento en que la evidente corrupción deja sentir sus dentelladas cada vez con más presión. Juegan estas más en contra del PP que del PSOE, no ajeno a ellas, como lo demuestra el escándalo de los programas de formación en Andalucía, por cierto en ningún caso ajenos, como se ha visto en las últimas semanas, a la comunidad gallega.
Llama la atención el hecho de que, pese a las insistentes mensajes lanzados tanto por Mariano Rajoy como por Pedro Sánchez en el sentido de “advertir” de los “graves riesgos” del “populismo” que achacan a Iglesias, Podemos continúe perfilándose, si no como alternativa del poder sí como elemento consustancial de cualquier gobierno futuro. Más sorpresivo resulta constatar que, tras asumir el estudio sociológico, tales mensajes no varíen, sino todo lo contrario. La impresión es de que, cuanto más se insiste en ello, en mayor proporción crecen las preferencias ciudadanas por una alternativa que, independientemente de la forma que adopte y del recorrido que unos y otros se empeñen en otorgarle, es objeto de inestimables preferencias y será, sobre todo, una inevitable carta de esta baraja tan española en la que bastos y oros pintan por igual, teniendo en cuenta que  los reyes siempre juegan y que las espadas, afortunadamente, se quedan en sus vainas. Un repaso de los comunicólogos a tal situación obliga a tener en cuenta la necesidad de cambiar el mensaje tanto en el PP como en el PSOE. Y es que bravos como somos en este país, ya sabemos que nos crecemos ante las adversidades, y más en los tiempos que corren, si el único contenido del mensaje es el temor, el miedo, que se quiere transmitir como único argumento político.

MIEDO Y TEMOR

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