Una agresión entre el racismo y la envidia

los adolescentes que en los años 90 se iban de intercambio escolar a Irlanda volvían contando historias sobre “el día del español”, una suerte de caza por parte de los jóvenes oriundos a cuanto chaval escuchasen por la calle hablando en la lengua de Cervantes. O huías o te arriesgabas a una paliza. Algo similar, treinta años después y en Boston, le sucedió a una madre y su hija, agredidas por dos mujeres al grito de: “¡Esto es América! ¡Hablad inglés o volved a vuestro país!”. Y la única explicación que podemos encontrarle –más allá del racismo y el cerrilidad supina– es la envidia. A los que se creen el ombligo del mundo les debe de resultar difícil asumir que hay un idioma más hablado que el suyo. Y mucho más rico, por cierto.

Una agresión entre el racismo y la envidia

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