Matar a un ruiseñor

El odio, la ira, la xenofobia, han llamado a las puertas del despacho oval. El imperio se ha partido en tres: demócratas, republicanos y “me la suda”. Siempre estuvo latente el carácter intransigente de la América profunda, esa inmensa franja que separa las dos costas, último reducto de la razón. Un país fragmentado en deriva hacia la esquizofrenia social. Es necesario retroceder en el tiempo, a los años 30 del siglo pasado, para encontrar semejanzas entre lo acontecido en estas pasadas elecciones, donde un quince por ciento de la población acaba de elegir a un paranoico, misógino y con tintes fascistoides. El resto del mundo se somete al silencio de los cobardes, con el predicamento de que “no va a cumplir lo que dijo en campaña”. Nos hemos olvidado muy pronto de Adolf Hitler, a quien mandatarios europeos dejaron pasar, entre el mal olor de la podredumbre y el mirar para otro lado, con la misma creencia: “no cumplirá lo que dice”. El mundo en aquellos tiempos transitaba por abismos, con la intransigencia provocando un vértigo que causó más de 50 millones de muertos.
Resulta cómico, si no fuese trágico, que la América profunda reclame limpieza étnica. ¿Cómo pretenden estos analfabetos expulsar a los emigrantes, cuando EEUU es la esencia de la inmigración? Sois irlandeses, ingleses, alemanes, italianos, griegos, esclavos negros liberados, o casi, polacos, rusos, holandeses, latinos, en general… Si algún día se escucha en vuestras calles y plazas el grito de ¡Yankees, go home!, deberíais abandonar el país que acogió a vuestros antepasados y dejar las praderas a los arapajoes, apaches, siouxs, cheyenes, wichitas, cherokees… a los que habéis llevado al exterminio, salvo algunas reservas y el museo de los Indios, en Nueva York. Fuisteis los Pizarro del siglo XIX, no convirtáis vuestro país en el Gulag del siglo XXI.
Al tiempo, una Europa desnortada, insignificante en el mapa geoestratégico mundial, se revuelve entre gobiernos neocon, socialismos en huida libre y el resurgimiento de dirigentes fascistas y xenófobos, candidatos a todo, aspirantes a la nada. De Bélgica a Austria, de Francia a Alemania, por no mencionar los antiguos países componentes de aquel telón de acero, en búsqueda de identidades perdidas, al tiempo que blindan sus fronteras con concertinas Made in Spain. Bien haría la vieja Europa en blindarse con urgencia tras una política de defensa común y un resurgimiento de los valores democráticos, ahora encerrados en oscuros despachos, mientras los gritos procedentes del Mediterráneo son silenciados en 140 caracteres. No es necesario mirar al payaso yankee. Aquí, entre nosotros, el circo ya está en marcha y las fieras caminan sueltas por las orillas.
Nadie vendrá a salvarte, Europa, eres prescindible, ya has sido tablero de muerte en dos ocasiones; a nadie le importará que el continente desaparezca entre tinieblas. Creías vivir confortablemente a caballo del eje norte/sur. Has perdido el rumbo, el planeta ha desplazado su eje al Pacífico. Nadie precisa ya hacer escala en Bruselas para llegar a Moscú. Ahora se citan en Shanghái, que, para más coña, es comunista.  

Matar a un ruiseñor

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