Maridos y mujeres

En el Rosalía, aforo casi completo, debutó con singular aceptación la compañía Teatro de La Abadía, caracterizada por ofrecer títulos de éxitos constatados –“El principito” de Saint-Exupery y, próximamente, “Éramos tres hermanas” sobre relatos de Chejov–. Ahora lo hace a partir del guión de Woody Allen “Maridos y mujeres”. La dirección y versión teatral corresponden a Alex Rigola que muestra un espejo subterráneo y laberíntico en las relaciones de pareja. Espacio escénico sobrio y convincente por su originalidad. Telón alzado. Tramoya del recinto municipal como escenografía con tres sofás alargados, vasos y botellas. El escenario se extiende varias veces al patio de butacas. Tres brillantísimas actrices –Miranda Gas, Elisabet Gelabert y Nuria Mencía– y experimentados actores –Luis Bermejo Soto y José Luis Torrijo– dan vida a un debate freudiano sobre el amor y las interrelaciones varón-hembra. Un análisis del alma humana servido en clave de humor, chispazos desvergonzados y diálogos de besugo. La desilusión como realidad rota y el fracaso como esperanza fallida. Tan solo la definición del amor como invento medieval y dique explícito contra la soledad.
Pero el gran creador se pasa tres o cuatro estaciones. Nos ofrece la moto con obligación de comprarla, cuenta inconsistentes pirulas y a la postre solo atrapamos aire en las manos… Olvida a un tipo que se llamó Platón y su mundo de las ideas, a los griegos Sófocles y Aristófanes, sin olvidar al latino Plauto. Una frivolidad que nos retrotrae al “cómic” español: los delirantes inventos del TBO, desternillante sección “13 rue del Percebe” o los entrañables personajes de Ibáñez…
¿El amor que mueve a Dante a escribir su “Divina comedia” es esa perdiz en la mano que ciento volando?

Maridos y mujeres

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