Unos por otros

Que el alcalde Abel Caballero no iba a atribuirse responsabilidad alguna en el derrumbe del paseo marítimo de Vigo y en la tragedia que rozaron los cientos de asistentes al festival de O Marisquiño, era algo que se veía venir. Suele hacerlo siempre cuando las cosas pintan bastos. Él manda y gobierna en Vigo, ningunea por sistema a las Administraciones  que no son de su partido, como la Xunta, hace y deshace. Pero luego, según sus personales versiones, las culpas corresponden a otros. 
Normal es que los de alguna manera aludidos repliquen y traten de rebatir versiones prematuras que ni siquiera han esperado a una primera inspección ocular por parte de los técnicos y, por supuesto, de la autoridad judicial, que habrá de ser la que al final atribuya responsabilidades.
Normal, digo, por habitual. Pero poco edificante para la ciudadanía resultan tanto ese peloteo de echarse unos a otros las culpas como la guerra política que de forma especial se suscita cuando las Administraciones son de distinto signo. 
En este caso el alcalde Caballero no puede decir que no hubiera estado avisado de que el muelle a la postre siniestrado no era el mejor escenario para la celebración del concierto, habida cuenta de su mal estado de conservación y mantenimiento. El Partido Popular lo había denunciado días antes. Además el propio alcalde debía bien saberlo, pues no en vano lleva once años al frente del Concello y tiempo atrás (2005) ha ejercido como presidente de la Autoridad portuaria.
En la zona tienen competencia tanto el Puerto como el Ayuntamiento. Y ya se sabe que los Gobiernos están tan inclinados a invertir en obra nueva como poco dispuestos a hacer lo propio en el mantenimiento de esas infraestructuras una vez pasados el efecto novedad y la rentabilidad electoral. 
En realidad, de hacer caso como procede al arquitecto del proyecto de ordenación del frente marítimo de Vigo y premio nacional de Arquitectura 2005 precisamente por ese su trabajo Guillermo Vázquez Consuegra, aquello se encontraba en la actualidad en estado de “total y absoluto abandono”.
Fue esta, como se recordará, una ambiciosa obra que en los primeros años noventa, bajo el mando municipal de Carlos González Príncipe, fue publicitada como “Abrir Vigo al mar” y que convirtió varios kilómetros de la zona en espacios de ocio y recreo. Lo que se vino abajo el domingo ha sido una parte de la misma. Ahora los peritos judiciales tratarán de determinar qué elemento realmente falló. Todo lo demás son especulaciones más o menos gratuitas.
En lo que también tiene razón el arquitecto es en que la confluencia de varias Administraciones en  infraestructuras y dotaciones terminan por convertir todo aquello en una especie de tierra de nadie. Es lo que en lenguaje popular se conoce por el “unos por los otros la casa sin barrer”.

Unos por otros

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