En su obra “Crepúsculo de los ídolos” Friedrich Nietzsche dice: “Sócrates era plebe. Se sabe, incluso se ve todavía, qué feo era. Con bastante frecuencia la fealdad es expresión de una evolución cruzada, estorbada por el cruce. Los antropólogos entre los criminalistas nos dicen que el criminal típico es feo: monstrum in fronte, monstrum in animo (monstruo de aspecto, monstruo de alma)”. No seré yo quien contradiga a Nietzsche.
A mí la cara de Montoro nunca me gustó; y no es una valoración estética. No escribo para establecer cánones de belleza, y menos sobre este tío pero, no sé, veía algo en ella que me daba repelús. Ahora ya tengo pistas. Su frase a una diputada de Coalición Canaria “que caiga España que ya la levantaremos nosotros” parece que es como escupir al viento, y quizá tenga mucho que ver con ese por qué. Los hombres somos esclavos de nuestros actos y palabras. Desde luego, sobre en quienes de puta chorra, acertada o desgraciadamente, recae responsabilidad pública. Sea ministro, o presidente del Consejo del Poder Judicial. Más adelante, dice Nietzsche: “Un extranjero fisonomista, de paso por Atenas, le dijo a Sócrates a la cara que era un monstrum. Sócrates se limitó a responder. “¡Usted me conoce, señor mío!”. Al menos, el fisonomista no le llamó romano.
Sr. Montoro: su cara no me gusta; y lo que está tras ella, a partir de saber la frase que dijo a la diputada canaria, menos. Conste: usted es más feo que Sócrates.