Un destierro con consecuencias sobre el habla

EL destierro es una pena que ha caído en desuso. Ahora, como todo es más light –no solo el café, los refrescos o el tabaco, sino la vida en general– está más de moda imponer órdenes de alejamiento, que venche sendo o mesmo, pero se reduce a unos cientos de metros. Sin embargo, el juez Llarena le impuso a la remanguillé un destierro de veinte años a Puigdemont. Al retirar la euroorden para evitar que el prófugo expresidente de la Generalitat solo sea juzgado por malversación, el que un día llegó a ser molt honorable no podrá regresar a España –Catalonia is Spain– en dos decenios o será procesado por todos los delitos de los que está acusado. Cuando vuelva igual ya ni se acuerda del catalán de tanto tiempo que habrá pasado hablando otros idiomas.

Un destierro con consecuencias sobre el habla

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