Los “picólogos”

por fortuna, los periodistas estamos renunciando a pretender que sabemos de todo. Decía Somerset Maugham que le había hecho falta toda una vida para aprender a decir que no sabía algo sobre algo. En realidad, sabemos muy poco de casi todo. Pero, al menos, los ‘epidemiólogos de salón’ han ido desapareciendo de nuestras ondas y de nuestras páginas, sustituidos, laus Deo, por técnicos que saben de lo que hablan y de lo que aconsejan hacer en estos días desesperantes. Lo mismo digo de los psicólogos. Y de los ‘picólogos’, es decir esos que interpretan, por el número de decesos y de contagios de cada día, si nos acercamos al ‘pico’ de la curva infecciosa, si nos acercamos a esa cima tras la cual está la pendiente del descenso en estas cifras aterradoras.
Con todo, me animaba la comparecencia diaria del portavoz de Sanidad, el doctor Fernando Simón, interpretando esas curvas, siempre en clave de tratar de esperanzar al personal, aunque no sé si obteniendo toda la credibilidad de los millones de ciudadanos que cada día le veíamos. Le deseo de todo corazón, por supuesto, una pronta mejoría: casi nos habíamos hecho amigos con su aparición cotidiana en nuestras pantallas. Pero, una vez dicho esto, es obvio que hay que mudar las tácticas y la propia estrategia de comunicación a una opinión pública que reclama transparencia, pero, sobre todo, resultados, eficacia y los ajustes necesario, caiga quien caiga.
Me parece que en este sentido los medios de comunicación están, estamos, jugando un papel positivo, salvando, claro, las excepciones de esos ‘expertos’ en cualquier cosa y las de quienes aprovechan la ocasión para llevar el agua política a su molino. Creo que estamos procurando difundir un mensaje de moderación, positivo y, en general, bien asesorado. Lo cual no significa que debamos, ni podamos, renunciar a nuestro papel crítico: es fundamental que la prensa, más que nunca, sea el cuarto poder en momentos en los que los poderes clásicos de Montesquieu están en quiebra porque el Ejecutivo ha asumido, no sin tropiezos, casi todos los mandos.
Es fundamental que expongamos los fallos, que no escondamos los fracasos y las contradicciones en la lucha contra este virus maldito. Y, sobre todo, resulta esencial que los medios, apoyándonos en quienes saben, difundamos el debate sobre las posibles y mejores soluciones para lo que nos viene tras la plaga, es decir, esa recesión económica que se va a llevar por delante algunos puntos del PIB y, lo que es más importante, la vida de muchas empresas y el trabajo de quizá millón y medio de personas.
Unos medios fuertes, para poder ser independientes, son esenciales. Y que la mayor parte de estos medios vivan hoy una situación de seria preocupación económica -la publicidad ha caído, lógicamente, de manera dramática- es una muy mala noticia. Necesitamos, ya digo, portavoces fiables y la prensa, la radio y la televisión siguen siendo no el principal, sino el único, vínculo fiable entre los poderes y la opinión pública, o sea, la sociedad civil. 

Los “picólogos”

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