Algunas obras de arte están hechas para perdurar y otras no, y a nadie le puede sorprender que un relieve en piedra resista mejor el paso del tiempo que uno de cristal. Pero aún así, las vidrieras del Kiosco Alfonso envejecían bastante bien, teniendo en cuenta que están allí desde su inauguración como sala de exposiciones, allá por 1982. Desde entonces, los diseños de Jorge Castillo, uno de los más internacionales artistas gallegos, se habían convertido en una seña de identidad más del edificio. Hasta el año pasado, cuando comenzaron las obras del túnel de La Marina y las microvoladuras.
“Bueno, dicen que eran microvoladuras pero hay que ver como temblaba esto”, comentan en el Kiosco. El resultado fue que se rajaron varias de las láminas de cristal, a lo que hay que añadir otra que, sospechan fue rota por el impacto de un cabezazo de un joven ebrio, al que obviamente el arte no le emociona tanto como el alcohol. Así que, desde hace meses, cristal ordinario sustituye al que antes exhibía los dibujos vanguardistas de Castillo. Según parece, los daños que sufrió la vidriera, reconocida como parte del patrimonio artístico de la ciudad, son irreparables.
de factura coruñesa
Así que Cristalería Martín, que fue la empresa que las elaboró la primera vez, ha tenido que fabricarlas de nuevo: cinco cristaleras nuevas que ya están listas y que aguardan en su taller el momento apropiado para ser instalado. El dueño, José Luis Alamán, puntualizó que, a pesar de la información que figura en una placa de la fachada del Kiosco, lo cierto es que no se trata de “cristales venecianos”, puesto que se hicieron aquí, en A Coruña.
Comsiste en un vidrio muy reflectante, que genera un efecto espejo cuando le da la luz, de manera que no es posible ver el interior. Y los dibujos fueron grabados al ácido, a diferencia de lo que se hace con las vidrieras, donde se mezcla el cristal con el color.
Alamán supone que las llaman “venecianos” en referencia a los famosos espejos que lucían grabados parecidos en los bordes. “Era algo muy común en los cafés del siglo XIX, pero ahora solo se hace en placas”, añade el vidriero, que promete que los nuevos cristales serán idénticos a los que existían antes, aunque eso no significa que no se note la diferencia con los viejos, que han estado expuestos a los elementos durante más de treinta años: “A cualquier cristal le afecta el sol y la contaminación”.
colocación
En realidad, la parte más difícil no será rehacer las cristaleras, sino colocarlas en su lugar, porque el palacio tiene expositores situados a muy escasa distancia de la vidriera, unos veinte centímetros, de manea que es imposible instalarlos sin retirar primero los paneles de madera. “Será una colocación laboriosa”, reconoce Alamán, que añade que no se puede hacer mientras haya una muestra en activo.
Así que ahora todo es cuestión de que la dirección de la sala encuentre un hueco entre exposición y exposición. Probablemente, será en febrero cuando se puedan proceder a la instalación. A partir de entonces, los dibujos de Jorge Castillo volverán a perseguirse los unos a los otros por todo el edificio.