Hace años que la plaza de Azcárrega recuperó la tranquilidad que le había robado el botellón, cuando fue nombrada Zona de Especial Protección (ZEP). “Claro que para eso tuvimos que montar una cacerolada delante de María Pita”, recuerda el presidente de la asociación de vecinos, Pedro Fernández Roque. Pero el problema que amenaza ahora la plaza que se encuentra en el corazón de la ciudad Vieja es mucho más silenciosa: las ratas. Y quieren una solución urgente ante un problema que amenaza con enquistarse.
Desde hace meses, los vecinos conviven con estas desagradables alimañas, que se han acostumbrado a salir incluso a la luz del día, de manera que algunos vecinos han conseguido retratar a estos elusivos animales. El propio Roque muestra unas imágenes de un ejemplar que halló correteando a lo largo de la fachada de un edificio perteneciente a Defensa.
“No sabemos de donde salen, pero cada vez hay más”, asegura el portavoz vecinal. En los momentos en los que la plaza está más vacía, los roedores se animan a recorrer todos los rincones, esconderse bajo los matorrales y hurgar en las bolsas de basura que rebosan en los contenedores. “No solo da un aspecto muy abandonado a la plaza, perjudica con la impresión que da a los locales de hostelería de la zona”, hace ver Roque. Sin embargo, su nido podría no encontrarse en la misma plaza, sino en alguno de los edificios más cercanos que se encuentran en un estado de semiabandono.
edificios sin rehabilitar
“Es cierto que hay edificios en mal estado, porque aquí nunca ha funcionado ninguna política de rehabilitación”, explica el portavoz vecinal mientras señala un inmueble cubierto por una malla verde sucia y llena de polvo: “Lleva así tantos años que ni los recuerdo”.
En cualquiera de estos lugares podría tener cobijo cientos de ejemplares. O encontrarse bajo el subsuelo, porque la red de infraestructuras de la Ciudad Vieja todavía está a medio a terminar, y hace mucho tiempo que no se levanta su superficie de adoquines. “Lo que está pasando es que se ha abandonado esto durante años. Todos los partidos políticos siempre afirman tener una especial sensibilidad hacia la Ciudad Vieja, pero lo cierto es que, desde que yo estoy aquí, no existe una campaña de desratización”, recuerda Roque.
De hecho, la patrulla de Medio Ambiente tiene constatada la presencia de numerosas colonias de ratas en edificios abandonados o solares vacíos, de los que hay algunos en el casco antiguo. Los vecinos menos concienciados consiguen agravar el problema arrojando basura por las ventanas para ahorrarse el viaje hasta el contenedor de la calle. Los desperdicios se convierten en alimento para las ratas, pero existe otro factor que contribuye a su desarrollo: los gatos.
conviven con felinos
Tradicionalmente se considera a los felinos como depredadores de los roedores, y debido a esa función fueron domesticados. Pero eso ha quedado atrás: los actuales gatos callejeros son alimentados por los vecinos, que dejan comida y bebida en los lugares que saben que frecuentan. Tanta, de hecho, que los mininos no pueden dar cuenta de toda, y las ratas se aprovechan de los restos. Ahora, roedores y gatos comparte el mismo espacio, en paz y prosperan sin que se les aplique ningún tipo de control.
Pero si los gatos son prolíficos, las ratas les aventajan en su capacidad para reproducirse, y no es la Ciudad Vieja el único lugar que están invadiendo: son frecuentes las quejas de los vecinos en zonas verdes de barrios como O Ventorrillo, que denuncian que sus hijos tienen que jugar en zonas de ocio infantiles en parques infestados de estas alimañas portadoras de enfermedades.