Tres testigos tachan de violento a uno de los fallecidos en el crimen de Aranga

Tres testigos tachan de violento a uno  de los fallecidos en el crimen de Aranga

Para el abogado que ejerce la defensa de José Ramón Blanco Vila, Coque, el fontanero acusado de matar a tiros a dos traficantes de Muros en una vivienda de Aranga y luego descuartizar sus cuerpos y ocultarlos en una fosa séptica de Fonteculler, el carácter violento de una de las víctimas no le parece una cuestión anecdótica. A varias de las personas que ayer pasaron por la sala de vistas de la Audiencia para declarar como testigos les preguntó por la personalidad de Javier Toledo, alias Arroces, el traficante que la noche del 9 de noviembre de 2008 viajó acompañado de la otra víctima, Manuel Ramón Luces, hasta la casa del principal acusado para reclamarle 900 euros de una compra de cuatro kilos de hachís.

La respuesta a esta pregunta, cree el letrado, puede tener relevancia de cara a la sentencia, en caso de plantearse que los asesinatos se cometieron en legítima defensa. Y, en efecto, hasta tres personas confirmaron ayer la agresividad del fallecido, residente en Muros pero natural de Castellón. Especialmente, cuando se tocaban asuntos de drogas.

Ese fue, según el relato de un vecino de Toledo Ferrer, el motivo de que el hombre lo amenazase con un arma y lo encerrase durante más de una hora en el cuarto de baño de su casa en una ocasión. Ocurrió, según este testigo, después de que el traficante lo dejase al cargo del domicilio durante un viaje que hizo Valencia y lo culpase, a su vuelta, de la falta de tres kilos de hachís. “Llamó a mi casa y sin decir una palabra me puso al cuello el cuchillo”, declaró ayer.

Similar escena describe el testimonio que prestó ante la Guardia Civil una residente en Muros, y que fue leído ayer en la segunda sesión del juicio. La mujer era amiga del segundo fallecido, y a través de este comenzó a trabajar como empleada de hogar en casa del traficante. Allí vivió un episodio que la asustó hasta el punto de abandonar el empleo. Fue, según contó durante la instrucción, durante una discusión “muy fuerte” entre Toledo Ferrer y su amigo Mon –los dos fallecidos– por una deuda relacionada con las drogas, y en ella, el traficante sacó un cuchillo “muy grande”.

El tercero en aludir ayer a la agresividad de esta víctima fue un joven, que en la época en que se registraron los asesinatos –noviembre de 2008– tenía cierto trato con Blanco Vila. La tarde del crimen, el traficante le telefoneó desde Muros pensando que en su número encontraría al hombre que le debía dinero, y que en una ocasión anterior lo había llamado desde aquel móvil. “Me dijo que tenía que encontrarlo ese día, que si no lo iba a matarlo. Estaba alterado y hasta gritaba conmigo, así que le colgué y llamé a Coque al momento”, refirió. Aquella llamada le costó la detención e imputación por el crimen, si bien la jueza instructora archivo la causa contra él al comprobarse que esa era su única relación con los hechos.

 “Nos llevábamos bastante bien. Nunca pensé que estuviera implicado”, dice de Blanco Vila la viuda

Mala época > Hasta la viuda del desaparecido fue cuestionada ayer por el letrado Manuel Ferreiro, que representa a Blanco Vila, respecto al carácter de su pareja. Sin querer hablar de agresividad, la testigo reconoció que en los meses antes de su muerte, Toledo Ferrer estaba “más nervioso”. “Estábamos pasando una mala temporada por la crisis. Incluso me marché a trabajar a Toledo, para compaginar”, recordó.

Como relató, la pareja conocía a Coque y a su mujer porque un tiempo antes este le había hecho un trabajo de fontanería en el negocio de arroces que ambos regentaban, y del que tomaba su apodo el fallecido: “Nos llevábamos bastante bien, nunca pensé que estuviera implicado”.

Coque y su esposa tampoco eran desconocidos para la madre de la otra víctima, según constató la septuagenaria al tribunal. Habían estado en su casa en una ocasión, así que se quedó con el nombre la noche que su hijo la avisó de que se iba con su amigo a cobrar una deuda de hachís. “Le dije que no fuera, que estaba enfermo, y él me contestó: ‘Mamá, pronto venimos’ ...y hasta hoy”, rememoró.

Según su declaración de ayer, sospechó que algo malo había pasado desde la mañana siguiente y por eso intentó contactar con Coque, sin éxito: “Me cansé de llamarlo”. No sería hasta pasado un tiempo que Blanco Vila atendería a su llamada, para decirle que no sabía de su hijo porque andaban enemistados, pero que “estaría en un bar”. Ella no le creyó.

La que sí contestó fue, según esta testigo, su mujer, la coacusada Pilar Piñeiro: “Me dijo que no había visto a Mon, que acababa de salir del hospital, y se echó a llorar. Yo le dije, si no lo viste, no llores”. En la misma línea, una amiga de este fallecido asegura que la mujer le dijo entre lágrimas que desconocía su paradero.

Estos dos testimonios se oponen a lo declarado el lunes por la propia Piñeiro, que reconoció haber hablado con las dos mujeres pero rechazó haber roto en llanto. “Fui yo quien la llamó cuando supe que quería hablar conmigo”, precisó la acusada.

 

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