El fuego se adueñó ayer de madrugada de un piso de la calle de Almirante Mourelle. Las llamas que surgían de la sala del quinto piso reventaron las ventanas y salieron al exterior en forma de lenguas de metro y medio de largo, causando el pánico no solo en el número 74 de la calle, donde se produjo el incendio, sino también en el número 76, adonde el viento transportaba el humo y las llamas, de manera que, por voluntad propia o por decisión de los servicios de emergencia, varias docenas de personas tuvieron que abandonar sus hogares poco después de la una y media de la madrugada.

El foco se produjo
de madrugada en
la sala de estar de
un quinto piso

“Eran las dos menos cuarto, oí gritos y me levanté de la cama. “Entonces vi el fuego, cómo salía por la ventana”, comentó un testigo. Bárbara, que vive al lado, estaba durmiendo, así que su marido tuvo que despertarla cuando el humo empezó a introducirse por las ventanas abiertas por el calor. “Fue un susto muy grande”, reconoce. Todos, cuatro adultos y dos niños, bajaron corriendo las escaleras.

No pudieron regresar a sus camas hasta una hora más tarde, cuando los bomberos finalizaron las labores de extinción. Entre ellos se encontraban los ocupantes de la vivienda incendiada, una joven y su padre, que se habían despertado con su casa en llamas. Apenas habían tenido tiempo de coger a su mascota, un gato, y salir del piso envueltos en humo. Al regresar, a parte del olor y el tiznado provocado por el humo, descubrieron que los daños se localizaron en la sala de estar, donde se inició el incendio. Al parecer, este se produjo un cortocircuito, aunque este extremo tendrá que ser confirmado por la investigación de la Policía Científica. Sí se sabe que en el punto donde comenzó el fuego se descubrieron varios cables fundidos, pero resulta un indicio no concluyente.

Ya a las siete y media de la mañana, los bomberos regresaron al piso. Los vecinos temieron un nuevo conato pero solo se trató de una visita para enfriar la sala calcinada. n