No son “Las muchas” originales, a las que el padre de Mariantònia Oliver bautizó porque eran muchas las amigas de su madre y ninguna, su identidad. Es por eso que una conversación en la cocina de la dramaturga con la que le trajo al mundo le hizo pensar sobre la necesidad de soltarse de la mano y ser independiente. De desnudarse sin quitarse la ropa, algo sobre lo que trabajaron las mujeres que ayer se subieron al escenario del teatro Rosalía.
Melania Rodríguez, Manuela Carreira, Susa Arias, María Teresa Ferreiro, María Lareo, Sara Lesta, Amaya Arribi, Ofelia Mújico, Maribel Cachafeiro y Tensi García fueron “Las muchas” coruñesas, que se sentaron en el borde de una silla y notaron cómo su cuerpo olvidado se recolocaba, contaba María, una de las protagonistas. Y es que el proceso creativo que Oliver paseó aquí y allá, por media Europa, surtió también efecto a este lado del mapa y aunque al principio se escucharon muchos noes, todas acabaron con éxito las sesiones y más que hubiera.
María incluso le preguntó a Mariantònia si no tenía su voz grabada para seguir trabajando en casa. La puesta en escena sirvió de arranque de las octavas Jornadas sobre la Inclusión Social y la Educación en las Artes Escénicas, que pretende poner en valor propuestas que hacen bailar a la sociedad en torno a las tablas como la de Mariantònia: “Soltamos los problemas fuera y pusimos la mente en blanco”. Como resultado, María confiesa que durmió estos días como un bebé. Con sesenta años en la guantera, la coruñesa de Monelos era la más joven de un grupo donde la mayor, de 82 años, se movió como la que más: “La experiencia te hace desconectar con el mundo. Se te borran todos los problemas de la cabeza” y es por eso, que todas acabaron diciendo en la última de las sesiones: “¿Ya hay que marchar?”.
Y marcharon, pero con una práctica en el bolsillo que les ayudó a acordarse de que tienen cadera, costillas y una columna vertebral como eje. Suspendidas en una banqueta, aprendieron a dejarse caer con los pies enraizados al suelo “como una marioneta”. Buscaron parte de sus huesos y se desplazaron en el aire como cachos de gelatina.
Además, la especialista intercaló la palabra con una primera confesión, en la que les contó cómo surgió la obra en esa cocina de Mallorca: “Nos contó que primero fue su padre la que fue dueña de su madre y después su marido, pero que nunca había tenido identidad”. Porque a veces es necesario encontrarla, experiencias como la de ayer ayudan. Y de la vergüenza, se pasa al puro placer de sentir que uno está vivo. La actividad dará paso hoy a nuevas inquietudes. En este caso, las presentarán un grupo de hombres coruñeses, de la mano de Claudia Faci en “Vida laboral”. Será a las 21.00 horas en idéntido espacio, el Rosalía.