LO QUE NAVANTIA FERROL PUEDE, O DEBE, HACER

La tesitura en la que se encuentra Navantia ha forzado como nunca el desarrollo de iniciativas encaminadas a conseguir una mínima carga de trabajo. En este ámbito se sitúan los proyectos de construcción del buque hotel para la petrolera mexicana Pemex y un metanero para la naviera noruega Knutsen que operará para la compañía española Gas Natural-Fenosa. El primero se mantiene a la espera, tras más de un año de penosa incertidumbre, de lo que decida el contratista a finales de enero. El segundo viene forzado por la decisión, tanto de Knutsen como de Elcano, de contratar en astilleros asiáticos otros cuatro gaseros basándose en la lógica empresarial de una oferta más competitiva y obviando la lamentable situación de las factorías españolas. En el panorama actual, la única aportación real la configura el reciente contrato con la Armada turca para el proyecto de diseño y asesoramiento de un LHD similar al “Juan Carlos I”. En buena lógica, y teniendo en cuenta las experiencias anteriores, tanto con Noruega como con Australia, cabe esperar que Turquía necesite algo más que el proyecto y a asesores para construir el buque.
Pero, contra toda lógica, Navantia Ferrol depende más en estos momentos de encargos en el área civil que de lo que es su propia esencia: la construcción militar. Toda una incongruencia. El razonamiento contiene matices, porque es necesario recordar que Navantia –antes Izar, antes Bazán– se creó como salida a las exigencias comunitarias que obligaron a fusionar la construcción naval civil y militar bajo el eufemismo de “áreas de negocio”, marcando además restricciones en el primer apartado. Si esta es la circunstancia a la que hace frente el grupo y su más inmediata cartera de negocio pueden ser precisamente construcciones civiles, nunca tal vez mejor oportunidad que ahondar en la necesaria y obligada recuperación de la antigua Astano como división civil –a escasos meses de lograrla–, incluso con amplia participación de la empresa privada, más ágil al menos en tan competitivo sector que la pública. Pero de lo que no cabe duda es de que la factoría ferrolana debe tener como referente ineludible la construcción militar y es ahí en donde la SEPI, la propia dirección del grupo y, evidentemente, el Gobierno central, deben jugar un papel diferente. Es cierto que existen opciones con expectativas en varios países, pero sujetas, como hasta ahora, a la incertidumbre. Se trabaja bajo contrato cerrado, pero  no se contempla la construcción de buques financiados por el propio Estado y respaldados por la empresa privada cuando se sabe que modelos como los LHD tienen, como los hechos lo demuestran, una demanda que se puede hacer mucho más competitiva bajo la perspectiva de que esta los encuentre, si no terminados, sí en fase constructiva. Algo que no hace ningún otro astillero del mundo y que no solo garantizaría una actividad continuada sino también mejores alternativas que las que ofrecen sus más directos rivales en el mercado.

LO QUE NAVANTIA FERROL PUEDE, O DEBE, HACER

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