RECREACIÓN INTERESADA DEL DOLOR

E n los últimos días no han dejado de sucederse las críticas y descalificaciones al programa emitido por Tele 5 con motivo de los informes relativos a la identificación de los restos calcinados de los niños José y Ruth Bretón. Bajo el pomposo título de “Nada es igual”, el especial informativo de esta semana ha batido records de audiencia, lo que ha permitido superar a La 1 de la cadena pública, líder indiscutible hasta ese momento de la franja horaria. La primera lectura, si acaso la más justa, es que el caso Bretón es uno de los sucesos más escabrosos de la crónica negra de este país en los últimos años. La segunda, tan gratuita como pedestre, es que la audiencia española sigue encontrando en la desgracia ajena la evasión de la propia. Han sobrado, como se sabe, las connotaciones a casos precedentes, como el asesinato de las niñas de Alcácer, en la década de los 80, en que una furibunda Nieves Herrero no desaprovechó la oportunidad que brinda el protagonismo gratuito para convertir el pequeño teatro de la localidad valenciana en el escenario de su propia pérdida de credibilidad bajo el paraguas del escarnio y de la recreación gratuita del dolor por el que atravesaban las familias afectadas.

El periodismo es, también, lamentablemente, pasto de la algarada cuando de lo que se trata es de ganar audiencias más que de abordar la información desde un punto de vista objetivo. Se confunde así la proximidad con la aceptación de todo tipo de pábulo, elemento esencial para nutrir el descrédito, en ningún caso la credibilidad; extremos estos que tienden a confundirse bajo ese paraguas indispensable de la superación del rival como único fin, no como base del trabajo. Se puede entender que las circunstancias imprimen los hechos, que son los acontecimientos los que orientan las acciones, pero, afortunadamente, hay otro tipo de periodismo, basado en el contraste de fuentes y no exclusivamente en la polémica como sustento de la realidad. El “amarillismo” nos cae muy cerca en este país teniendo en cuenta que fue la cadena de periódicos de Hearst –ya saben, aquel a quien Orson Welles recreaba en Ciudadano Kane– la que le dio forma precisamente en el marco de uno de los mayores mentideros históricos: la guerra de Cuba. Hearst mandó a un dibujante a realizar su trabajo en la isla. Cuando este le contestó que no había nada que dibujar, que allí no había guerra, el editor le contestó algo así como “usted no se preocupe, mándeme dibujos que yo pongo la guerra”. El dolor, siempre el dolor, siempre que sea ajeno, sigue llenando vidas insulsas y crédulas.

RECREACIÓN INTERESADA DEL DOLOR

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