NOVELAS Y SENTIDO COMÚN

Leo la noticia de una mujer muerta cuando trataba de recrear escenas de “Cincuenta sombras de Grey” mientras mi ejemplar del libro reposa para siempre oculto tras otros títulos que, a diferencia de este, quiero tener al alcance de la mano.

No me lo explico. No quiero explicármelo, en realidad. Será porque prefiero mantener la confianza en la capacidad humana de desarrollar el sentido común.

Porno para mamás, lectura para féminas fantasiosas que estén más interesadas en relatos que parezcan escritos por adolescentes rijosas que en literatura. Eso es la novela. Un tímido intento de transgresión que acaba en historia simplona salpicada de promesas de erotismo que no llegan a materializarse.

No es, desde luego, un manual de prácticas masoquistas. Resulta inverosímil que alguien acepte –y que alguien dé– ciento veintitrés golpes con un puntero de madera inspirándose en esas páginas. Y muy preocupante, además. El suceso está entre la falta de sensatez y la falta de entendimiento.

Un niño sin la noción de la realidad o del peligro puede creerse un superhéroe después de haber ojeado un cómic. Ponerse el abrigo sobre los hombros a modo de capa e intentar volar desde lo alto de una silla del salón.

Sin embargo, de un adulto se espera otra cosa. Que sepa distinguir lo emocionante de lo mortal, al menos. Del juego a la tragedia debería haber más de un paso. La sospecha de estar rodeados de quien no lo ve es para echarse a temblar.

Parar coches en medio de una vía de tres carriles mientras persigues al amor de tu vida, tirarle un café por encima de la corbata al odioso jefe al mismo tiempo que le anuncias que te vas de la empresa entre los aplausos de tus compañeros, hacer la maleta y comprar un billete para un destino elegido al azar. Clichés de ficción. Entretenimiento. Ilusión, en algún caso. Pero nunca una guía que marque las pautas de vida. Deberíamos estar dotados de la facultad de interpretarlos, de diferenciarlos como lo que son.

Entender lo que se lee es una clave que parece cada vez más inalcanzable. Buscamos la simpleza en lugar de la excelencia. Rebajamos el nivel, limitamos nuestra necesidad de comprensión.

Caminamos cómodos hacia el adocenamiento. Hasta que la falta generalizada de razón nos obligue a prohibir la literatura, el cine o cualquier creación artística que nos confunda.

NOVELAS Y SENTIDO COMÚN

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