La artesanía más gallega y más slow: así es La Perezosa

La artesanía más gallega y más slow: así es La Perezosa
Una de los collares que ofrece La Perezosa

Detrás de La Perezosa, ese universo colorido de collares con pulpos, gallinas y corazones de cristal, no hay una gran empresa ni un plan de negocio minucioso. Hay una chica, Mercedes Vieites, o Mer, como la llaman quienes la conocen. Y junto a ella, una red de amigas, abuelas, recuerdos y pereza -de la buena- que tejieron lo que hoy ya no es solo una marca, sino una pequeña comunidad con mucha chispa.

 

“Detrás de La Perezosa estoy yo, Mer, y todas mis amigas que colaboran cediéndome sus derechos de imagen, dándome ideas y comprándome tropecientos mil collares para seguir haciéndome publicidad”, confiesa entre risas Mercedes, desde la misma cuenta de Instagram donde gestiona todos los pedidos, ideas y colecciones.

 

Aunque no hay una fecha concreta de nacimiento para la marca, Mercedes sitúa el origen entre finales del verano de 2024 y una infancia plagada de costuras. “Quizás desde finales del verano, cuando le di un empujoncito con algún sorteo en Instagram, pero realmente esto viene desde pequeña, en casa, con mis abuelas. Con abuela Maruja y abuela Mercedes pasaba horas en el cuarto de la costura, mientras cosíamos, calcetábamos o palillábamos”, recuerda. 

 

 

Y es que La Perezosa no nació de la nada. Su inspiración está tejida a mano, como los vestidos de las Barbies que le hacía su abuela con retales domésticos, o aquel caballo de madera que su abuelo Germán creó reutilizando todo lo que encontraba. “Ese espíritu de artesanía que me inculcaron desde pequeña está en todo lo que hago. Me enseñaron a ver valor en lo hecho a mano, en lo imperfecto, en lo que tiene historia”, cuenta. 

 

Antes de llamarse La Perezosa, hubo otras identidades. “Empecé siendo ‘las joyitas de Mer’ con un Facebook anticuado. Solo quería vender algo para poder comprarme unos Converse, que aún conservo con cariño”, dice Mercedes. El nombre actual llegó más tarde, casi por casualidad, pero se quedó para siempre.

 

“No hay un significado profundo, simplemente es un adjetivo que me define perfectamente a mí y a Dana, mi gata e imagen de la marca. Nada nos gusta más que pasar las horas en el sofá. Pero eso sí, si el plan es una terracita con una caña, se nos pasa toda la pereza de golpe”, bromea.

 

 

El catálogo de La Perezosa es tan ecléctico como honesto. “Principalmente hago collares, con abalorios de cristal y cerámica, con un toque de aquí, para que se note que son gallegos”, explica. De ahí que pulpos, gallinas y “parrulos” convivan con cactus o estrellas de mar. Pero el verdadero secreto está en la personalización. “La esencia es que si algo te gusta, podemos adaptarlo. Intento que cada pieza sea única y que sientas que es tuya, sin que nadie más la tenga”, señala Mercedes.

 

Últimamente, esta artesana autodidacta ha encontrado en los mercadillos de segunda mano un nuevo filón creativo. “Compro antiguos abalorios o collares que deshago y combino, y como resultado obtengo piezas irrepetibles. Me encanta reutilizar y dar segunda vida a cosas que podrían haber estado abandonadas durante años y vuelven a usarse en otra época”, dice.

 

Hoy, todo se gestiona desde su cuenta de Instagram, con el apoyo de esa pequeña gran red de mujeres que la acompaña. “Ojalá en el futuro poder tener un espacio físico o una web, nada me haría más feliz, pero de momento vamos creciendo poco a poco y es maravilloso”.

 

En un mundo de producción en serie, La Perezosa es una pequeña trinchera de autenticidad, de lentitud bien entendida, donde la pereza no es defecto, sino un modo tierno y personal de mirar el mundo y adornarlo con collares que cuentan historias.

 

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