Vuelve, Casado, que te perdonamos

Una peligrosa cortina de vacío de poder ha caído sobre el que es el segundo partido nacional, el que en teoría lidera la oposición, mientras el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo, demora su ‘sí’ definitivo para hacerse con las riendas del gigante desnortado.


Cuando las portadas de los periódicos del mundo entero se llenan de tanques y de horror, creo que un país como el nuestro no puede mostrar durante demasiado tiempo su cojera política: lo primero que supimos del ya casi destronado líder del PP tras su dramático abandono del hemiciclo del Congreso fue que había lanzado un tuit prometiendo su apoyo a lo que el Gobierno de Pedro Sánchez haga en el seno de la OTAN ante el conflicto en Ucrania, que es también nuestro conflicto. Me pareció plausible este fugaz ‘renacer’ de Casado en medio de su tormenta particular, que, por cierto, un poco es también nuestra tormenta, de todos.


Ahora, más que nunca, Gobierno y oposición deben mantener una cercanía y una comunicación constantes. Ignoro, claro, lo que se habrán dicho Casado y Sánchez, pero espero que el intercambio de ideas haya sido más fluido que en los últimos tres años: el presidente del Gobierno, que no es persona generosa con el vencido, tiene ahora que demostrar talla de estadista y calidad humana para adecuar sus pasos a la nueva situación política española, que pasa por una recomposición importante de las fuerzas partidistas: Ciudadanos, el PP, Podemos y también, aunque se note menos, Esquerra y Bildu. El encuentro de Junqueras y Otegi, en el que oportunistamente sacaron a relucir la guerra de Ucrania para comparar las actitudes de Putin con las de algunos líderes de fuerzas políticas ‘del Estado’, y para urgir la negociación con el Gobierno central, me ha parecido uno de los dislates más importantes.


De momento, parece que Sánchez ha decidido aplazar ‘sine die’ y hasta que al menos el PP se reestructure tras su congreso de abril, el debate sobre el estado de la nación, que es el acto parlamentario más importante y lleva ya siete años sin celebrarse. En ese debate deberían haberse abordado cuestiones nacionales candentes, claro, como la renovación del gobierno de los jueces o la languideciente mesa de negociación con el Govern catalán, pero también económicas y, por supuesto, internacionales. Las fuerzas política españolas tienen que estar unidas para cuando, en junio, Madrid albergue la ‘cumbre’ de la OTAN que ha pasado de ser casi un puro trámite a convertirse en el acto más relevante de la Alianza quizá en toda su historia. Permitir que el legítimo anti atlantismo de algunos socios menores del Gobierno, o que la frivolidad de sectores de la oposición, que solo ven en esta ‘cumbre’ un deseo de Sánchez de hacerse fotos con los principales líderes de Occidente, haga aún más polémica esta reunión de la OTAN sería tanto como condenarnos a una mayor irrelevancia internacional. Por eso me parece que han sido tan inoportunas la salida de Casado, la explosión en el PP y la indefinición en la que ahora este partido se halla.


Comprendo, y me consta que así es, la desolación que viven Casado y los pocos que con él han emprendido el camino a una especie de exilio interior en su partido. Pero, mientras lo siga siendo, en estas semanas cruciales, pienso que debería seguir ejerciendo como el principal representante de la oposición, contribuyendo a una sensación de normalidad que, por otro lado, ya nadie cree que exista. Vuelve, Casado, que te perdonamos no se sabe muy bien qué ni durante cuánto tiempo, que será poco; pero, de momento, vuelve.

Vuelve, Casado, que te perdonamos

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