Volver a empezar

El 1 de marzo de 1982, José Luis Garci estrenaba la magistral película cuyo título es claramente coincidente con el de este artículo de opinión.


Pero volver a empezar es hoy mucho más que el nombre de una cinta que enseña a pensar. Se trata más bien de una necesidad intrínseca de lograr que este mundo que parece sacudido por una inusual incertidumbre, recupere una ilusión que tiene que ser mucho más fuerte que el miedo que lo sacude.

Y es que si siempre existió el terror a no ser capaces de controlar la cotidianidad de la pequeña vida de cada cual, ahora nos damos cuenta de que ese control era hipotético y absurdo al lado del descontrol que la fiera de la naturaleza y la falta de raciocinio de algunos mandatarios, se empeñan en mostrarnos.


De pronto, quien más o quien menos se ha vuelto pequeño y se ha visto obligado a reconocer su propia fragilidad. Lo cual nos sitúa a todos de manera individual en seres que tenemos que sortear una precariedad que nos acecha física o mentalmente y, de algún modo, esto nos dirige inexorablemente a debilitarnos como sociedad, porque por primera vez en la vida, muchos de nosotros somos conscientes de que absolutamente nada de lo que creíamos que estaba en nuestras manos lo estaba realmente. Y ya hemos comprendido que nunca lo estará.


Pero si queremos que todo continúe, más nos vale recuperar la esperanza de que todo esto pasará, de que son ciclos existenciales y de que otras etapas más afables llegarán. Porque al menos mientras lo pensamos, generamos energía. Una energía que aunque no logra encender luces, sí consigue contagiar una ilusión que nos diferencia de la mayoría de los animales y que nos lleva a mover el mundo.


Porque cada cual, aportando su propia reinvención, hace que el mundo siga girando y sirva de ejemplo para infinidad de personas que necesitan inspiración. Porque la tristeza que nos sacude desde hace un par de años, ha apagado la luz de muchos hogares de forma literal y metafórica.


Por ello, los que todavía tenemos un atisbo de energía para seguir creando, ideando, pensando o ayudando, estamos obligados a ponerlo en práctica sin dilación. Es absolutamente necesario que desatemos nuestras cadenas mentales y que liberemos nuestros miedos. Porque el camino se hace a medida que se dan pasos.


Y, aunque no sepamos muy bien hacia dónde vamos, no debemos olvidar que-aunque en algún momento nos engañábamos creyendo saberlo-, seguimos sin tener ni idea de lo que nos espera desde el mismo día en que nacemos.


Así que, visto lo visto, la rueda siempre ha girado y siempre girará. Y lo hará única y exclusivamente porque continúa habiendo personas capaces de inventar su vida una y mil veces.


Así que, por favor, les ruego que no cesen en su empeño, que se atrevan a apostar, que crean en que sus respectivas suertes pueden cambiar para bien y que toca volver a empezar porque nunca es tarde para hacerlo, tal y como lo hizo Antonio Miguel Albajara en la película cuyo título encabeza este escrito.


*Begoña Peñamaría es diseñadora y escritora

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